Este
fariseo se presenta ante Dios con su autosuficiencia y su lista de cosas
cumplidas.
Cree que Dios es un censor ante quien se rinde cuentas.
No ha
logrado comprender que Dios es puro amor.
En cambio, el publicano sabe que no
es perfecto y confía en que Dios es misericordioso.
Y Dios ve complacido esta
confianza total.
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