Como en tantas otras ocasiones, Jesús
denuncia aquí la hipocresía religiosa: rituales, preceptos y ceremonias que son
solo una forma de ponderarse a sí mismo de quien los practica.
Con esto no se
busca ni la gloria de Dios ni el bien de los hermanos.
Con humildad,
reconozcamos nuestro lugar y no pretendamos ponernos por encima de nadie.
Tampoco endiosemos a ninguna persona, por más importante que sea el cargo que
tenga.
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