Reflexión
inspirada en la Pasión de Jesús según san Marcos 14, 1-15, 47
“Lo entregó para que lo crucificaran”
Lo que nos hace cristianos es seguir a
Jesús. Nada más. Este seguimiento a Jesús no es algo teórico o abstracto.
Significa seguir sus pasos, comprometernos como él a «humanizar la vida», y
vivir así contribuyendo a que, poco a poco, se vaya haciendo realidad su
proyecto de un mundo donde reine Dios y su justicia.
Esto quiere decir que los seguidores de
Jesús estamos llamados a poner verdad donde hay mentira, a introducir justicia
donde hay abusos y crueldad con los más débiles, a reclamar compasión donde hay
indiferencia y pasividad ante los que sufren. Y esto exige construir
comunidades donde se viva con el proyecto de Jesús, con su espíritu y sus
actitudes.
Seguir así a Jesús trae consigo, más
tarde o más temprano, conflictos, problemas y sufrimiento. Hay que estar
dispuesto a cargar con las reacciones y resistencias de quienes, por una razón
u otra, no buscan un mundo más humano, tal como lo quiere ese Dios revelado en
Jesús. Quieren otra cosa.
Los evangelios han conservado una
llamada realista de Jesús a sus seguidores. Lo escandaloso de la imagen sólo
puede provenir de él: «Si alguno quiere venir detrás de mí... cargue sobre las
espaldas su cruz y sígame». Jesús no los engaña. Si le siguen de verdad,
tendrán que compartir su destino. Terminarán como él. Esa será la mejor prueba
de que su seguimiento es fiel.
Seguir a Jesús es una tarea apasionante:
es difícil imaginar una vida más digna y noble. Pero tiene un precio. Para
seguir a Jesús, es importante «hacer»: hacer un mundo más justo y más humano;
hacer una Iglesia más fiel a Jesús y más coherente con el evangelio. Sin
embargo, es tan importante o más «padecer»: padecer por un mundo más digno;
padecer por una Iglesia más fiel al evangelio.
Al final de su vida, el teólogo K.
Rahner escribió así: «Creo que ser cristiano es la tarea más sencilla, la más
simple y, a la vez, aquella pesada “carga ligera” de que habla el evangelio.
Cuando uno carga con ella, ella carga con uno, y cuanto más tiempo viva uno,
tanto más pesada y más ligera llegará a ser. Al final sólo queda el misterio.
Pero es el misterio de Jesús».
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