Jesús
nos exhorta no sólo a vivir su ley de amor, sino también a enseñarla.
Nuestra
Iglesia, nuestro país y nuestros grupos necesitan maestros que enseñen la
Palabra de Dios con amor y convicción.
Y que enseñen no meramente repitiendo la
letra, sino transmitiendo el sentido profundo de la voluntad de Dios sobre la
vida de todos.
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