El
perdón de Dios es inconmensurable. Así lo presenta Jesús en la parábola: un
talento equivalía a 16 años de trabajo.
¿Quién podría pagar una deuda tan
grande?
El reconocernos pequeños ante la inmensidad de Dios no es motivo para
desesperar.
Jesús sólo nos quiere hacer notar la magnanimidad de Dios, el todo
Santo, que perdona nuestros pecados.
Si recibimos este perdón inmenso y
gratuito, ¿cómo no perdonar a los demás?
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