La
“justicia” de los escribas y fariseos consistía en ajustar su vida al plan de
Dios.
Para Jesús, este cumplimiento de los preceptos no alcanza.
Jesús apunta a
algo mucho más profundo e íntimo: La disposición del corazón.
Seguramente
nosotros podemos decir: “Yo no maté a nadie”.
Jesús radicaliza el mandamiento:
No se trata solamente de no matar, sino también de poner todo de nuestra parte
para consolidar vínculos de fraternidad.
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