“Amar al enemigo…
queda claro si uno
recuerda las verdaderas razones para amar a otra persona.
No son su belleza, su
atractivo, sus acciones.
Más allá de todo lo exterior, Dios es su creador, esa
persona es imagen de Dios, Jesús dio su sangre por ella.
Eso mismo es lo que
puedo ver en mí.
Si Jesús dio su sangre por mí, ¿cómo no me voy a amar?
Pero
también la dio por los demás ¿cómo no los voy a amar?”
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