sábado, 28 de febrero de 2015

Cuaresma, sábado semana 1



“Amar al enemigo… 

queda claro si uno recuerda las verdaderas razones para amar a otra persona. 

No son su belleza, su atractivo, sus acciones. 

Más allá de todo lo exterior, Dios es su creador, esa persona es imagen de Dios, Jesús dio su sangre por ella. 

Eso mismo es lo que puedo ver en mí. 

Si Jesús dio su sangre por mí, ¿cómo no me voy a amar? 

Pero también la dio por los demás ¿cómo no los voy a amar?” 



viernes, 27 de febrero de 2015

Cuaresma, viernes semana 1



La “justicia” de los escribas y fariseos consistía en ajustar su vida al plan de Dios. 

Para Jesús, este cumplimiento de los preceptos no alcanza. 

Jesús apunta a algo mucho más profundo e íntimo: La disposición del corazón. 

Seguramente nosotros podemos decir: “Yo no maté a nadie”. 

Jesús radicaliza el mandamiento: No se trata solamente de no matar, sino también de poner todo de nuestra parte para consolidar vínculos de fraternidad.

jueves, 26 de febrero de 2015

Cuaresma, jueves semana 1


“Los hijos hablan con su Padre. 

El Reino no es concebible sin oración. 

Dios no es un rey alejado a quien rendir honores con fórmulas fijas. 

Jesús irrumpe con una nueva manera de orar. 

En esta nueva manera de orar, las energías del Reino de Dios están actuando ya sobre la vida de los discípulos”.



miércoles, 25 de febrero de 2015

Cuaresma, miércoles semana 1




La denuncia de Jesús nos sacude. 

¿Cómo quedar indiferentes ante su palabra? 

¿Vamos a permanecer estáticos ante su presencia? 

La Palabra fue pronunciada no para que permanezcamos en el mismo estado, sino para que cambiemos y nos movamos hacia el encuentro con Cristo. 

Seguramente nuestro movimiento podrá contagiar a otros.


martes, 24 de febrero de 2015

Cuaresma, martes semana 1




¡Venga tu Reino! 

Así le pedimos al Padre, lo que no depende de nuestra voluntad ni de nuestro esfuerzo: es puro don de Dios. 

Que Dios venga y se manifieste con su amoroso señorío, en cada persona, en cada comunidad y en todas las naciones y los pueblos. 

Que Dios reine y que su Reino colme los anhelos de paz que hay en todos los corazones.



lunes, 23 de febrero de 2015

CUARESMA, lunes semana 1


¡Cuántas buenas acciones silenciosas y anónimas en favor de la vida! 

¡Cuántas personas que no han endurecido el corazón y son sensibles a las necesidades de los más vulnerables! 

Jesús ve estas acciones concretas. 

Él está allí, en el pobre, en el sediento, en el encarcelado... 

Él recibe con beneplácito nuestros gestos de amor. 

Sobre esas acciones será juzgada nuestra vida.


domingo, 22 de febrero de 2015

CONVERTIRSE HACE BIEN




Reflexión inspirada en el evangelio según San Marcos 1,12-15

Conviértanse  y crean la Buena Noticia.

La llamada a la conversión evoca casi siempre en nosotros el recuerdo del esfuerzo exigente y el desgarrón propio de todo trabajo de renovación y purificación. Sin embargo, las palabras de Jesús: «Conviértanse y crean en la Buena Noticia», nos invitan a descubrir la conversión como paso a una vida más plena y gratificante.

El evangelio de Jesús nos viene a decir algo que nunca hemos de olvidar: «Es bueno convertirse. Nos hace bien. Nos permite experimentar un modo nuevo de vivir, más sano, más gozoso». Alguno se preguntará: Pero, ¿cómo vivir esa experiencia?, ¿qué pasos dar?

Lo primero es pararse. No tener miedo a quedarnos a solas con nosotros mismos para hacemos las preguntas importantes de la vida: ¿Quién soy yo? ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Es esto lo único que quiero vivir?

Este encuentro con uno mismo exige sinceridad. Lo importante es no seguir engañándose por más tiempo. Buscar la verdad de lo que estamos viviendo. No empeñamos en ocultar lo que somos y en parecer lo que no somos.

Es fácil que experimentemos entonces el vacío y la mediocridad. Aparecen ante nosotros actuaciones y posturas que están arruinando nuestra vida. No es esto lo que hubiéramos querido. En el fondo, deseamos vivir algo mejor y más gozoso.

Descubrir cómo estamos dañando nuestra vida no tiene por qué hundimos en el pesimismo o la desesperanza. Esta conciencia de pecado es saludable. Nos dignifica y nos ayuda a recuperar la autoestima personal. No todo es malo y ruin en nosotros.

Dentro de cada uno está operando siempre una fuerza que nos atrae y empuja hacia el bien, el amor y la bondad.

La conversión nos exigirá, sin duda, introducir cambios concretos en nuestra manera de actuar. Pero la conversión no consiste en esos cambios. Ella misma es el cambio. Convertirse es cambiar el corazón, adoptar una postura nueva en la vida, tomar una dirección más sana.

Todos, creyentes y no creyentes, pueden dar los pasos hasta aquí evocados. La suerte del creyente es poder vivir esta experiencia abriéndose confiadamente a Dios. Un Dios que se interesa por mí más que yo mismo, para resolver no mis problemas sino «el problema», esa vida mía mediocre y fallida que parece no tener solución. Un Dios que me entiende, me espera, me perdona y quiere verme vivir de manera más plena, gozosa y gratificante.

Por eso el creyente vive su conversión invocando a Dios con las palabras del salmista: «Ten misericordia de mí, oh Dios según tu bondad. Lávame a fondo de mi culpa, limpia mi pecado. Crea en mí un corazón limpio. Renuévame por dentro. Devuélveme la alegría de tu salvación» (Salmo 50).

La Cuaresma puede ser un tiempo decisivo para iniciar una vida nueva.




sábado, 21 de febrero de 2015

Sábado después de cenizas



Jesús ha puesto la mesa y nos espera. Quiere sentarse a comer con nosotros. 


Podemos negarnos como aquellos fariseos y decir: “Yo con esa persona no me siento”. Y por no aceptar al que consideramos pecador, nos perdemos la fiesta del Reino. 

En la mesa de Jesús todos tenemos lugar. En esta mesa, se borran las diferencias y se reconstruyen los lazos. 

Todos estamos invitados. Sólo queda afuera el que no quiere compartir.


viernes, 20 de febrero de 2015

Viernes después de cenizas




Jesús conocía perfectamente las prácticas del ayuno de sus contemporáneos. Y también conocía la falsedad que podía haber en esas privaciones, tal como lo denunció el profeta Isaías. 

Jesús, entonces, señala algo más importante que esta práctica piadosa: su presencia en medio de nuestra comunidad, que es lo que realiza el encuentro con Dios. 

Ayunando o no ayunando, lo que nuestra vida cristiana debe testimoniar es que Jesús está en medio de nosotros.


jueves, 19 de febrero de 2015

Jueves después de cenizas




Desde su humanidad y su libertad, Jesús también hizo una elección. 

Su opción por el Reino de Dios le trajo el rechazo y la condena de los reinos de este mundo. Esa es la cruz que Jesús comenzó a cargar desde el primer momento en que aceptó su misión. 

Nosotros “caminamos detrás de él”.


miércoles, 18 de febrero de 2015

MIÉRCOLES DE CENIZAS


En el primer día de la Cuaresma 2015.

Oremos... Padre y Dios nuestro, concédenos iniciar con el santo ayuno cuaresmal un camino de verdadera conversión y de afrontar con la penitencia la lucha contra el espíritu del mal. Te lo pedimos en nombre de tu Hijo Jesús. Amén.



“El Evangelio de hoy indica los elementos de este camino espiritual: la oración, el ayuno y la limosna (Cf. Mt 6, 1-6. 16-18). 

Los tres comportan la necesidad de no dejarse dominar por las cosas que aparecen: lo que cuenta no es la apariencia; el valor de la vida no depende de la aprobación de los demás o del éxito, sino de cuanto tenemos dentro [...] 

Una vez más la Cuaresma viene a dirigir su llamamiento profético, para recordarnos que es posible realizar algo nuevo en nosotros mismos y en torno a nosotros, simplemente porque Dios es fiel, es siempre fiel, porque no puede renegar de sí mismo, porque es fiel y sigue siendo rico de bondad y de misericordia, y está siempre dispuesto a perdonar y volver a comenzar de nuevo. 

¡Con esta confianza filial, pongámonos en camino!” (Papa Francisco, Miércoles de Ceniza, 2014).


domingo, 15 de febrero de 2015

SIN DISCRIMINAR



Reflexión inspirada en el evangelio según san Marcos 1, 40-45

Jesús era muy sensible al sufrimiento de quienes encontraba en su camino, marginados por la sociedad, despreciados por la religión o rechazados por los sectores que se consideraban superiores moral o religiosamente.

Es algo que le sale de dentro. Sabe que Dios no discrimina a nadie. No rechaza ni excomulga. No es solo de los buenos. A todos acoge y bendice. Jesús tenía la costumbre de levantarse de madrugada para orar. En cierta ocasión desvela cómo contempla el amanecer: "Dios hace salir su sol sobre buenos y malos". Así es él.

Por eso, a veces, reclama con fuerza que cesen todas las condenas: "No juzguen y no serán juzgados". Otras, narra pequeñas parábolas para pedir que nadie se dedique a "separar el trigo y la cizaña" como si fuera el juez supremo de todos.

Pero lo más admirable es su actuación. El rasgo más original y provocativo de Jesús fue su costumbre de comer con pecadores, prostitutas y gentes indeseables. El hecho es insólito. Nunca se había visto en Israel a alguien con fama de "hombre de Dios" comiendo y bebiendo animadamente con pecadores.

Los dirigentes religiosos más respetables no lo pudieron soportar. Su reacción fue agresiva: "Ahí tienen a un comilón y borracho, amigo de pecadores". Jesús no se defendió. Era cierto. En lo más íntimo de su ser sentía un respeto grande y una amistad conmovedora hacia los rechazados por la sociedad o la religión.

Marcos recoge en su relato la curación de un leproso para destacar esa predilección de Jesús por los excluidos. Jesús está atravesando una región solitaria. De pronto se le acerca un leproso. No viene acompañado por nadie. Vive en la soledad. Lleva en su piel la marca de su exclusión. Las leyes lo condenan a vivir apartado de todos. Es un ser impuro.

De rodillas, el leproso hace a Jesús una súplica humilde. Se siente sucio. No le habla de enfermedad. Solo quiere verse limpio de todo estigma: «Si quieres, puedes limpiarme». Jesús se conmueve al ver a sus pies aquel ser humano desfigurado por la enfermedad y el abandono de todos. Aquel hombre representa la soledad y la desesperación de tantos estigmatizados. Jesús «extiende su mano» buscando el contacto con su piel, «lo toca» y le dice: «Quiero. Queda limpio».

Siempre que discriminamos desde nuestra supuesta superioridad moral a diferentes grupos humanos (vagabundos, prostitutas, toxicómanos, sidosos, inmigrantes, homosexuales...), o los excluimos de la convivencia negándoles nuestra acogida, nos estamos alejando gravemente de Jesús.




domingo, 8 de febrero de 2015

A L I V I A R




Reflexión inspirada en el evangelio según san Marcos 1, 29-39

Curó a muchos enfermos.

La enfermedad es una de las experiencias más duras del ser humano. No sólo padece el enfermo que siente su vida amenazada y sufre sin saber por qué, para qué y hasta cuándo. Sufre también su familia, los seres queridos y los que le atienden.

De poco sirven las palabras y explicaciones. ¿Qué hacer cuando ya la ciencia no puede detener lo inevitable? ¿Cómo afrontar de manera humana el deterioro? ¿Cómo estar junto al familiar o el amigo gravemente enfermo?

Lo primero es acercarse. Al que sufre no se le puede ayudar desde lejos. Hay que estar cerca. Sin prisas, con discreción y respeto total. Ayudarle a luchar contra el dolor. Darle fuerza para que colabore con los que tratan de curarlo.

Esto exige acompañarlo en las diversas etapas de la enfermedad y en los diferentes estados de ánimo. Ofrecerle lo que necesita en cada momento. No incomodarnos ante su irritabilidad. Tener paciencia. Permanecer junto a él.

Es importante escuchar. Que el enfermo pueda contar y compartir lo que lleva dentro: las esperanzas frustradas, sus quejas y miedos, su angustia ante el futuro. Es un respiro para el enfermo poder desahogarse con alguien de confianza. No siempre es fácil escuchar. Requiere ponerse en el lugar del que sufre y estar atento a lo que nos dice con sus palabras y, sobre todo, con sus silencios, gestos y miradas.

La verdadera escucha exige acoger y comprender las reacciones del enfermo. La incomprensión hiere profundamente a quien está sufriendo y se queja. «Animo», resignación»... son palabras inútiles cuando hay dolor. De nada sirven consejos, razones o explicaciones doctas. Sólo la comprensión de quien acompaña con cariño y respeto alivia.

La persona puede adoptar ante la enfermedad actitudes sanas y positivas o puede dejarse destruir por sentimientos estériles y negativos. Muchas veces necesitará ayuda para mantener una actitud positiva, para confiar y colaborar con los que le atienden, para no encerrarse solo en sus problemas, para tener paciencia consigo mismo o para ser agradecido.

El enfermo puede necesitar también reconciliarse consigo mismo, curar las heridas del pasado, dar un sentido más hondo a su dolor, purificar su relación con Dios. El creyente puede ayudarle a orar, a vivir con paz interior, a creer en el perdón y confiar en su amor salvador.


El evangelista nos dice que las gentes llevaban sus enfermos y poseídos hasta Jesús. El sabía acogerlos con cariño, despertar su confianza en Dios, perdonar su pecado, aliviar su dolor y sanar su enfermedad. Su actuación ante el sufrimiento humano siempre será para los cristianos el ejemplo a seguir en el trato a los enfermos.



domingo, 1 de febrero de 2015

CON AUTORIDAD





Reflexión inspirada  en el evangelio según san Marcos 1, 21 - 28

Por lo general, solemos confundir fácilmente «autoridad” con «poder”, pues normalmente toda autoridad necesita para ser ejercida un cierto poder.

Sin embargo, hay personas que tienen autoridad no porque estén investidas de poder o se les haya encomendado una función social, sino porque su manera de ser y de vivir es reconocida y aceptada por los demás.

Son personas que irradian autoridad. No se imponen por su poderío o su fuerza. Es su vida la que atrae y deja huella profunda en quienes los conocen o tratan.

«Autoridad» es un término que viene del latín «augere” que significa «hacer crecer”, “agrandar”, “enriquecer», pues las personas con autoridad ayudan a crecer, nos estimulan, enriquecen la vida de los demás.

Esta autoridad nace de la misma persona, de su honestidad, de su actitud responsable y coherente, de su fidelidad. Ningún poder ni cargo, por importante que sean, pueden sustituirla cuando falta.

Tal vez éste sea uno de los problemas más graves de la actual sociedad occidental.

Contamos con personas que tienen “poder oficial pero no es fácil encontrar hombres y mujeres con autoridad para convertirse en guías y modelos a seguir.

El problema se agudiza cuando el poder o cargo oficial es desempeñado por una persona indigna y sin autoridad moral alguna debido a su comportamiento personal.

Es comprensible que los que ostentan un poder oficial pretendan deslindar netamente su cargo público de lo que constituye su vida personal privada.

Ciertamente, un hombre puede ser fiel a su cargo aunque no sea fiel a su esposa. Puede cumplir honestamente su responsabilidad pública aunque actúe de manera irresponsable en su vida privada.

Pero no es el mejor camino para despertar en los ciudadanos una mayor confianza en los poderes públicos y una mayor colaboración con sus directrices.


El evangelista Marcos nos recuerda que en el pueblo judío se despertó la admiración y el seguimiento a Jesús cuando vieron en él a un hombre que actuaba no como los escribas, sino «con autoridad».