domingo, 1 de febrero de 2015

CON AUTORIDAD





Reflexión inspirada  en el evangelio según san Marcos 1, 21 - 28

Por lo general, solemos confundir fácilmente «autoridad” con «poder”, pues normalmente toda autoridad necesita para ser ejercida un cierto poder.

Sin embargo, hay personas que tienen autoridad no porque estén investidas de poder o se les haya encomendado una función social, sino porque su manera de ser y de vivir es reconocida y aceptada por los demás.

Son personas que irradian autoridad. No se imponen por su poderío o su fuerza. Es su vida la que atrae y deja huella profunda en quienes los conocen o tratan.

«Autoridad» es un término que viene del latín «augere” que significa «hacer crecer”, “agrandar”, “enriquecer», pues las personas con autoridad ayudan a crecer, nos estimulan, enriquecen la vida de los demás.

Esta autoridad nace de la misma persona, de su honestidad, de su actitud responsable y coherente, de su fidelidad. Ningún poder ni cargo, por importante que sean, pueden sustituirla cuando falta.

Tal vez éste sea uno de los problemas más graves de la actual sociedad occidental.

Contamos con personas que tienen “poder oficial pero no es fácil encontrar hombres y mujeres con autoridad para convertirse en guías y modelos a seguir.

El problema se agudiza cuando el poder o cargo oficial es desempeñado por una persona indigna y sin autoridad moral alguna debido a su comportamiento personal.

Es comprensible que los que ostentan un poder oficial pretendan deslindar netamente su cargo público de lo que constituye su vida personal privada.

Ciertamente, un hombre puede ser fiel a su cargo aunque no sea fiel a su esposa. Puede cumplir honestamente su responsabilidad pública aunque actúe de manera irresponsable en su vida privada.

Pero no es el mejor camino para despertar en los ciudadanos una mayor confianza en los poderes públicos y una mayor colaboración con sus directrices.


El evangelista Marcos nos recuerda que en el pueblo judío se despertó la admiración y el seguimiento a Jesús cuando vieron en él a un hombre que actuaba no como los escribas, sino «con autoridad».

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