domingo, 7 de agosto de 2016

CUIDADO CON EL DINERO



Reflexión inspirada en el evangelio según san Lucas 12,32-48


No se puede servir a Dios y al Dinero.

Jesús tenía una visión muy lúcida sobre el dinero. La resumía en una frase breve y contundente: «No se puede servir a Dios y al Dinero». Es imposible.

Ese Dios que busca con pasión una vida más digna y justa para los pobres, no puede reinar en la vida de una persona dominada por el dinero.

Pero no se quedaba sólo en este principio de carácter general. Con su vida y su palabra se esforzaba por enseñar a los ricos de Galilea y a los campesinos pobres de las aldeas cuál era la manera más humana de «atesorar».

En realidad no todos podían hacerse con un tesoro. Sólo los ricos de Séforis y Tiberíades podían acumular monedas de oro y plata. A ese tesoro se le llamaba «mamona», es decir, dinero que está seguro o que da seguridad. En las aldeas no circulaban esas monedas de gran valor. Algunos campesinos se hacían con algunas monedas de bronce o cobre, pero la mayoría vivía intercambiándose productos o servicios en un régimen de pura subsistencia.

Jesús explica que hay dos maneras de «atesorar». Algunos tratan de acumular cada vez más «mamona». No piensan en los necesitados. No dan limosna a nadie: su única obsesión es acaparar más y más. Hay otra manera de «atesorar» radicalmente diferente. No consiste en acumular monedas sino en compartir los bienes con los pobres para «hacerse un tesoro en el cielo», es decir, ante Dios.

Sólo este tesoro es seguro y puede permanecer intacto en el corazón de Dios.

Los tesoros de la tierra, por mucho que los llamemos «mamona», son caducos, no dan seguridad y siempre están amenazados. Por eso lanza Jesús un grito de alerta. Cuidado con el dinero pues «donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón». El dinero atrae nuestro corazón y nos seduce porque da poder, seguridad, honor y bienestar. La riqueza genera necesidad insaciable de tener siempre más.


Al contrario, si ayudando a los necesitados, nos vamos enriqueciendo ante Dios, ese Dios Padre de los pobres nos irá atrayendo cada vez más hacia una vida más solidaria. En medio de una sociedad que tiene su corazón puesto en el dinero, se puede vivir de manera más austera y compartida. 



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