domingo, 7 de octubre de 2018

ANTES DE SEPARARSE




Reflexión inspirada en el evangelio según san Marcos 10,2-16

“Lo que Dios ha unido…”

Hoy se habla cada vez menos de fidelidad. Basta escuchar ciertas conversaciones para constatar un clima muy diferente. “Hemos pasado las vacaciones cada uno por su cuenta”. “Mi marido tiene una amante, me costó aceptarlo, pero ¿qué podía hacer?”. “Es que sólo con mi marido me aburro”.

Algunas parejas consideran que el amor es algo espontáneo. Si brota y permanece vivo, todo va bien. Si se enfría y desaparece, la convivencia resulta intolerable. Entonces lo mejor es separarse “de manera civilizada”.

No todos reaccionan así. Hay parejas que se dan cuenta de que ya no se aman, pero no por eso desean separarse, sin que puedan explicarse exactamente por qué. Sólo se preguntan hasta cuándo podrá durar esa situación.

Hay también quienes han encontrado un amor fuera de su matrimonio y se sienten tan atraídos por esa nueva relación que no quieren verse privados de ella. No quieren perderse nada. Ni su matrimonio ni ese amor extramatrimonial. Pero no saben cómo navegar entre ambos.

Las situaciones son muchas y, con frecuencia, muy dolorosas. Mujeres que lloran en secreto su abandono y humillación. Esposos que se aburren en una relación insoportable. Niños tristes que sufren el desamor de sus padres.

Estas parejas no necesitan ahora una receta para salir de su situación. Sería demasiado fácil. Lo primero que les podemos ofrecer es respeto, escucha discreta, aliento para vivir y, tal vez, una palabra lúcida de orientación. Sin embargo, puede ser oportuno recordar algunos pasos fundamentales que siempre es necesario dar.

Lo primero es no renunciar al diálogo. Hay que esclarecer la relación. Desvelar con sinceridad lo que siente y vive cada uno. Tratar de entender lo que se oculta tras ese malestar creciente. Descubrir lo que no funciona. Poner nombre a tantos agravios mutuos que se han ido acumulando sin ser nunca elucidados.

Pero el diálogo no basta. Estas situaciones no se resuelven sin generosidad y espíritu de nobleza. Si cada uno se encierra en una postura de egoísmo mezquino, el conflicto se agrava, los ánimos se crispan y lo que un día fue amor se convierte en odio secreto y mutua destrucción.

Hay que recordar también que el amor se vive en la vida ordinaria y repetida de lo cotidiano. Es pura ilusión querer escapar de ello. Cada día vivido juntos, cada alegría y cada sufrimiento compartidos, cada problema vivido en pareja, dan consistencia real al amor.

La frase de Jesús: “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre” tiene sus exigencias mucho antes de que llegue la ruptura, pues las parejas se van separando poco a poco, en la vida de cada día.




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