"Se puso a caminar con ellos."
Camino de Emaús dos discípulos marchan con
aire entristecido. No tienen meta ni objetivo. Su esperanza se ha apagado.
Jesús ha desaparecido de sus vidas. Hablan y discuten sobre él, pero, cuando se
les acerca lleno de vida, sus ojos «no son capaces de reconocerlo».
Jesús los había imaginado de otra manera,
al enviarlos de dos en dos: llenos de vida, contagiando paz en cada casa,
aliviando el sufrimiento, curando la vida y anunciando a todos que Dios está
cerca y se preocupa de nosotros.
Aparentemente, estos discípulos tienen
todo lo necesario para mantener viva la fe, pero algo ha muerto dentro de
ellos. Conocen las escrituras sagradas: no les sirve de nada. Han escuchado el
evangelio en Galilea: todo les parece ahora una ilusión del pasado. Ha llegado
hasta ellos el anuncio de que Jesús está vivo: cosas de mujeres, ¿quién puede
creer en algo semejante? Estos discípulos tienen todo y no tienen nada. Les
falta lo único que puede hacer «arder» su corazón: el contacto personal con
Jesús vivo.
¿No será éste nuestro problema? ¿Por qué
tanta frustración y desencanto entre nosotros? ¿Por qué tanta indiferencia y
rutina? Se predica una y otra vez la doctrina cristiana; se escriben excelentes
encíclicas y cartas pastorales; se publican estudios eruditos sobre Jesús. No
faltan palabras y celebraciones. Nos falta, tal vez, una experiencia más viva
de alguien que no puede ser sustituido por nada ni por nadie: Jesucristo, el
Viviente.
No basta celebrar misas ni leer textos
bíblicos de cualquier manera. El relato de Emaús habla de dos experiencias
básicas. Los discípulos no leen un texto, escuchan la voz inconfundible de
Jesús que hace arder su corazón. No celebran una liturgia, se sientan como
amigos a la misma mesa y descubren juntos que es el mismo Jesús quien los
alimenta.
¿Para qué seguir haciendo cosas de una
manera que no nos transforma? ¿No necesitamos, antes que nada, un contacto más
real con Jesús? ¿Una nueva simplicidad? ¿Una fe diferente? ¿No necesitamos
aprender a vivirlo todo con más verdad y desde una dimensión nueva? Si Jesús
desaparece de nuestro corazón, todo lo demás es inútil.
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