VAYAN
A GALILEA. ALLÍ LO VERÁN
Reflexión
inspirada en el evangelio según san Juan 20, 1-9
El relato evangélico que se lee en la
noche pascual es de una importancia excepcional. No sólo se anuncia la gran
noticia de que el crucificado ha sido resucitado por Dios. Se nos indica,
además, el camino que hemos de recorrer para verlo y encontrarnos con él.
Marcos habla de tres mujeres admirables
que no pueden olvidar a Jesús. Son María de Magdala, María la de Santiago y
Salomé. En sus corazones se ha despertado un proyecto absurdo que sólo puede
nacer de su amor apasionado: «comprar aromas para ir al sepulcro a embalsamar
su cadáver».
Lo sorprendente es que, al llegar al
sepulcro, observan que está abierto. Cuando se acercan más, ven a un «joven
vestido de blanco» que las tranquiliza de su sobresalto y les anuncia algo que
jamás hubieran sospechado.
«¿Buscan a Jesús Nazareno, el
crucificado?». Es un error buscarlo en el mundo de los muertos. «No está aquí».
Jesús no es un difunto más. No es el momento de llorarlo y rendirle homenajes.
«Ha resucitado». Está vivo para siempre. Nunca podrá ser encontrado en el mundo
de lo muerto, lo extinguido, lo acabado.
Pero, si no está en el sepulcro, ¿dónde
se le puede ver?, ¿dónde nos podemos encontrar con él? El joven les recuerda a
las mujeres algo que ya les había dicho Jesús: «Él va delante de ustedes a
Galilea. Allí lo verán». Para «ver» al resucitado hay que volver a Galilea.
¿Por qué? ¿Para qué?
Al resucitado no se le puede «ver» sin
hacer su propio recorrido. Para experimentarlo lleno de vida en medio de
nosotros, hay que volver al punto de partida y hacer la experiencia de lo que
ha sido esa vida que ha llevado a Jesús a la crucifixión y resurrección. Si no
es así, la «Resurrección» será para nosotros una doctrina sublime, un dogma
sagrado, pero no experimentaremos a Jesús vivo en nosotros.
Galilea ha sido el escenario principal
de su actuación. Allí le han visto sus discípulos curar, perdonar, liberar,
acoger, despertar en todos una esperanza nueva. Ahora sus seguidores hemos de
hacer lo mismo. No estamos solos. El resucitado va delante de nosotros. Lo iremos
viendo si caminamos tras sus pasos. Lo más decisivo para experimentar al
«resucitado» no es el estudio de la teología ni la celebración litúrgica sino
el seguimiento fiel a Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario