NUESTRA
RELACIÓN CON JESÚS
Reflexión
inspirada en el santo evangelio según san Juan 10, 1-10
En las comunidades cristianas necesitamos
vivir una experiencia nueva de Jesús reavivando nuestra relación con él.
Ponerlo decididamente en el centro de nuestra vida. Pasar de un Jesús confesado
de manera rutinaria a un Jesús acogido vitalmente. El evangelio de Juan hace
algunas sugerencias importantes al hablar de la relación de las ovejas con su
Pastor.
Lo primero es “escuchar su voz” en toda su
frescura y originalidad. No confundirla con el respeto a las tradiciones ni con
la novedad de las modas. No dejarnos distraer ni aturdir por otras voces
extrañas que, aunque se escuchen en el interior de la Iglesia, no comunican su
Buena Noticia.
Es importante sentirnos llamados por Jesús
“por nuestro nombre”. Dejarnos atraer por él personalmente. Descubrir poco a
poco, y cada vez con más alegría, que nadie responde como él a nuestras
preguntas más decisivas, nuestros anhelos más profundos y nuestras necesidades
últimas.
Es decisivo “seguir” a Jesús. La fe
cristiana no consiste en creer cosas sobre Jesús, sino en creerle a él: vivir
confiando en su persona. Inspirarnos en su estilo de vida para orientar nuestra
propia existencia con lucidez y responsabilidad.
Es vital caminar teniendo a Jesús “delante
de nosotros”. No hacer el recorrido de nuestra vida en solitario. Experimentar
en algún momento, aunque sea de manera torpe, que es posible vivir la vida
desde su raíz: desde ese Dios que se nos ofrece en Jesús, más humano, más
amigo, más cercano y salvador que todas nuestras teorías.
Esta relación viva con Jesús no nace en
nosotros de manera automática. Se va despertando en nuestro interior de forma
frágil y humilde. Al comienzo, es casi solo un deseo. Por lo general, crece rodeada
de dudas, interrogantes y resistencias. Pero, no sé cómo, llega un momento en
el que el contacto con Jesús empieza a marcar decisivamente nuestra vida.
Estoy convencido de que el futuro de la fe
entre nosotros se está decidiendo, en buena parte, en la conciencia de quienes
en estos momentos nos sentimos cristianos. Ahora mismo, la fe se está
reavivando o se va extinguiendo en nuestras parroquias y comunidades, en el
corazón de los sacerdotes y fieles que las formamos.
La increencia empieza a penetrar en
nosotros desde el mismo momento en que nuestra relación con Jesús pierde
fuerza, o queda adormecida por la rutina, la indiferencia y la despreocupación.
Por eso, el Papa Francisco ha reconocido que “necesitamos crear espacios
motivadores y sanadores... lugares donde regenerar la fe en Jesús”.
Hemos de escuchar su llamada.
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