Reflexión
inspirada en el evangelio según san Lucas 9,11b-17
Comieron todos y se saciaron.
Para celebrar la eucaristía dominical no
basta con seguir las normas prescritas o pronunciar las palabras obligadas. No
basta tampoco cantar, santiguarse o damos la paz en el momento adecuado. Es muy
fácil asistir a misa y no celebrar nada en el corazón; oír las lecturas
correspondientes y no escuchar la voz de Dios; comulgar piadosamente sin
comulgar con Cristo; damos la paz sin reconciliamos con nadie. ¿Cómo vivir la
misa del domingo como una experiencia que renueve y fortalezca nuestra fe?
Para empezar, es necesario escuchar
desde dentro con atención y alegría la Palabra de Dios y, en concreto, el evangelio de Jesús. Durante la
semana hemos visto la televisión, hemos escuchado la radio y hemos leído la
prensa. Vivimos aturdidos por toda clase de mensajes, voces, ruidos, noticias,
información y publicidad. Necesitamos escuchar otra voz diferente que nos cure
por dentro.
Es un respiro escuchar las palabras
directas y sencillas de Jesús. Traen verdad a nuestra vida. Nos liberan de
engaños, miedos y egoísmos que nos hacen daño. Nos enseñan a vivir con más
sencillez y dignidad, con más sentido y esperanza. Es una suerte hacer el
recorrido de la vida guiados cada domingo por la luz del evangelio.
La plegaria
eucarística constituye el momento central. No nos podemos distraer.
«Levantamos el corazón» para dar gracias a Dios. Es bueno, es justo y necesario
agradecer a Dios por la vida, por la creación entera, por el regalo que es
Jesucristo. La vida no es sólo trabajo, esfuerzo y agitación. Es también
celebración, acción de gracias y alabanza a Dios. Es un respiro reunimos cada
domingo para sentir la vida como regalo y dar gracias al Creador.
La comunión
con Cristo es decisiva. Es el momento de acoger a Jesús en nuestra vida
para experimentarlo en nosotros, para identificamos con él y para dejamos
trabajar, consolar y fortalecer por su Espíritu.
Todo esto no lo vivimos encerrados en
nuestro pequeño mundo. Cantamos juntos el Padrenuestro sintiéndonos hermanos de
todos. Le pedimos que a nadie le falte el pan ni el perdón. Nos damos la paz y la buscamos para
todos.
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