Reflexión
inspirada en el evangelio según san Juan 16,12-15
Todo lo que tiene el Padre es mío.
El Padre es el misterio insondable de
amor que da origen a todo lo que vive. Él es la fuente oculta que no tiene
origen y de la que nace todo lo bueno, lo bello y misericordioso. En él
comienza todo lo que es vida y amor. El Padre no sabe sino darse y dar gratuitamente
y sin condiciones. Él es así. Él está conduciendo todo a la victoria definitiva
de la vida.
Creer en un Dios Padre es saberse
acogido. Dios me acepta como soy. Sólo quiere mi vida y mi dicha eterna. Puedo
vivir con confianza y sin temor. No conoceré la experiencia más terrible e
insoportable para un ser humano: sentirse rechazado por todos, no ser aceptado
por nadie. Dios es mi Padre. Nunca seré un extraño para Dios, sino un hijo.
El Hijo existe recibiéndose totalmente
del Padre. Él es así. Pura acogida, respuesta perfecta al Padre, reflejo fiel
de su amor. Por eso, no se apropia de nada. Recibe la vida como regalo y la
difunde sobre nosotros y la creación entera. El Hijo es nuestro hermano mayor,
el que nos revela el rostro verdadero del Padre y nos enseña el camino hacia
él.
Creer en un Dios Hijo es saberse
acompañado. No estamos solos ante Dios, perdidos y desorientados, sin saber
cómo situarnos ante su misterio. El Hijo de Dios hecho hombre nos enseña a
vivir acogiendo y difundiendo el amor del Padre. Enraizados en él no
conoceremos la experiencia destructora de la soledad. Quien no sabe recibir
amor, no sabe lo que es vivir. Quien no sabe dar amor, se muere.
El Espíritu Santo es comunión del Padre
y el Hijo, abrazo recíproco, amor compartido, compenetración mutua. Él es así.
Desbordamiento del amor, fuerza creadora y renovadora, energía amorosa que lo
transforma todo.
Creer en Dios Espíritu Santo es saberse
habitado por el amor. No estamos vacíos y sin núcleo interior, indefensos ante
nuestro propio egoísmo. Nos habita el dinamismo del amor. El Espíritu nos
mantiene en comunión con el Padre y con el Hijo. Él nos consuela, nos renueva y
mantiene vivo en nosotros el deseo de Dios reinando en un mundo más humano y
fraterno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario