miércoles, 30 de diciembre de 2015

FUERZA PARA VIVIR



Dando gloria y alabanza a Dios.

Mañana comenzaremos un año nuevo. Todos conocemos el ritual: cenas ruidosas, copas de champagne y augurios de felicidad. ¿Cómo creer de verdad en esa mentira repetida una y otra vez deseándonos «año nuevo, vida nueva». Año nuevo, pero vida nada nueva, nada diferente y renovada.

Además, no nos gusta por lo general lo realmente nuevo. Lo nuevo es desconocido, nos inquieta, no lo podemos controlar. Nos tranquiliza más recorrer los caminos conocidos de siempre. Es más seguro. Sin embargo, algo queremos desearnos mutuamente con esos saludos de comienzo de año. En el fondo, todos intuimos que hemos nacido para vivir algo más grande, más pleno y verdadero que lo que vamos conociendo año tras año.

Pero, ¿qué puede haber de nuevo en el año que comienza? ¿Qué puede suceder de nuevo por el hecho de que el reloj dé esta noche doce campanadas? Nada realmente. También el próximo año se sucederán los hechos de siempre, las mismas desgracias, los mismos errores, parecidas satisfacciones. Lo que puede introducir verdadera novedad en nuestra vida es la manera nueva de vivirla. Nuestra actitud nueva ante los acontecimientos, las personas y las cosas.

Este año será nuevo si sabemos mirar los rostros de las personas queridas con más cariño y más comprensión, si sabemos estar más atentos a los desconocidos y detenemos ante quienes sufren. Será nuevo si sabemos hacer cosas tan sencillas como mirar de manera diferente la belleza de los paisajes de siempre o disfrutar más despacio del encanto de las estaciones.

Será un año nuevo si hacemos a Dios más sitio en nuestra vida, si aprendemos a creer de manera diferente, con más confianza y menos miedos. Si nos atrevemos a rezarle no sólo con oraciones prestadas, sino con palabras salidas de nuestro corazón.

En la liturgia de este primer día del año se recuerda una hermosa bendición judía que dice así: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda la paz» (Números 6, 24-26). Esta bendición de Dios será nueva cada día. Dios no se repite y aunque nosotros sigamos los caminos viejos de nuestros errores y pecados de siempre, El estará cerca buscando en todo nuestro bien. Dios será la verdadera novedad del año.


viernes, 25 de diciembre de 2015

¡ F E L I Z ... N A V I D A D !



Les traigo una buena noticia....




Un Dios Cercano...

La Navidad es mucho más que todo ese ambiente superficial y manipulado que se respira estos días en nuestras calles. Una fiesta mucho más honda y gozosa que todos los artilugios de nuestra sociedad de consumo.

Los creyentes tenemos que recuperar de nuevo el corazón de esta fiesta y descubrir detrás de tanta superficialidad y aturdimiento, el misterio que da origen a nuestra alegría. Tenemos que aprender a «celebrar» la Navidad. No todos saben lo que es celebrar. No todos saben lo que es abrir el corazón a la alegría.

Y, sin embargo, no entenderemos la Navidad si no sabemos hacer silencio en nuestro corazón, abrir nuestra alma al misterio de un Dios que se nos acerca, reconciliamos con la vida que se nos ofrece, y saborear la fiesta de la llegada de un Dios Amigo.

En medio de nuestro vivir diario, a veces tan aburrido, apagado y triste, se nos invita a la alegría. «No puede haber tristeza cuando nace la vida» (S. León Magno). No se trata de una alegría insulsa y superficial. La alegría de quienes están alegres sin saber por qué. «Nosotros tenemos motivos para el jubilo radiante, para la alegría plena y para la fiesta solemne: Dios se ha hecho hombre, y ha venido a habitar entre nosotros» (L. Boff). Hay una alegría que sólo la pueden disfrutar quienes se abren a la cercanía de Dios, y se dejan coger por su ternura.

Una alegría que nos libera de miedos, desconfianzas e inhibiciones ante Dios. ¿Cómo temer a un Dios que se nos acerca como niño? ¿Cómo huir ante quien se nos ofrece como un pequeño frágil e indefenso? Dios no ha venido armado de poder para imponerse a los hombres. Se nos ha acercado en la ternura de un niño a quien podemos hacer sonreír o llorar.

Dios no puede ser ya el Ser Omnipotente y Poderoso que nosotros sospechamos, encerrado en la seriedad y el misterio de un mundo inaccesible. Dios es este niño entregado cariñosamente a la humanidad, este pequeño que busca nuestra mirada para alegrarnos con su sonrisa.

El hecho de que Dios se haya hecho niño, dice mucho más de cómo es Dios, que todas nuestras cavilaciones y especulaciones sobre su misterio. Si supiéramos detenernos en silencio ante este Niño y acoger desde el fondo de nuestro ser toda la cercanía y la ternura de Dios, quizás entenderíamos por que el corazón de un creyente debe estar transido de una alegría diferente estos días de Navidad.



domingo, 20 de diciembre de 2015

MADRES CREYENTES



Reflexión inspirada en el evangelio según san Lucas 1,39-45

Dichosa tú que has creído.

La escena es conmovedora. La ha compuesto Lucas para crear la atmósfera de alegría, gozo profundo y alabanza que ha de acompañar al nacimiento de Jesús. La vida cambia cuando es vivida desde la fe. Acontecimientos como el embarazo o el nacimiento de un hijo cobran un sentido nuevo y profundo.

Todo sucede en una aldea desconocida, en la montaña de Judá. Dos mujeres embarazadas conversan sobre lo que están viviendo en lo íntimo de su corazón. No están presentes los varones. Ni siquiera José, que podía haber acompañado a su esposa. Son estas dos mujeres, llenas de fe y de Espíritu, quienes mejor captan lo que está sucediendo.

María saluda a Isabel. Le desea todo lo mejor. ahora que está esperando un hijo. Su saludo llena de paz y de gozo toda la casa. Hasta el niño que lleva Isabel en su vientre salta de alegría. María es portadora de salvación: es que lleva consigo a Jesús.

Hay muchas maneras de «saludar» y de acercarnos a las personas. María trae paz, alegría y bendición de Dios. Lucas recordará más tarde que era eso precisamente lo que su hijo Jesús pedía a sus seguidores: en cualquier casa que entréis, decid lo primero: Paz a esta casa.

Desbordada por la alegría, Isabel exclama: Bendita tú entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. Dios está siempre en el origen de la vida. Las madres, portadoras de vida, son mujeres «bendecidas» por el creador: el fruto de sus vientres es bendito. María es la «bendecida» por excelencia: con ella nos llega Jesús, la bendición de Dios al mundo.

Isabel termina exclamando: Dichosa tú, que has creído. María es feliz porque ha creído. Ahí está su grandeza e Isabel sabe valorarla. Estas dos madres nos invitan a vivir y celebrar desde la fe el misterio de la Navidad.

Feliz el pueblo donde hay madres creyentes, portadoras de vida, capaces de irradiar paz y alegría. Feliz la Iglesia donde hay mujeres bendecidas por Dios, mujeres felices que creen y transmiten la fe a sus hijos e hijas. Felices los hogares donde unas madres buenas enseñen a vivir con hondura la Navidad.


domingo, 29 de noviembre de 2015

INDIGNACIÓN Y ESPERANZA



Reflexión inspirada en el evangelio según san Lucas 21,25-28.34-36

Una convicción indestructible sostiene desde sus inicios la fe de los seguidores de Jesús: alentada por Dios, la historia humana se encamina hacia su liberación definitiva. Las contradicciones insoportables del ser humano y los horrores que se cometen en todas las épocas no han de destruir nuestra esperanza.

Este mundo que nos sostiene no es definitivo. Un día la creación entera dará "signos" de que ha llegado a su final para dar paso a una vida nueva y liberada que ninguno de nosotros puede imaginar ni comprender.

Los evangelios recogen el recuerdo de una reflexión de Jesús sobre este final de los tiempos. Paradójicamente, su atención no se concentra en los "acontecimientos cósmicos" que se puedan producir en aquel momento. Su principal objetivo es proponer a sus seguidores un estilo de vivir con lucidez ante ese horizonte.

El final de la historia no es el caos, la destrucción de la vida, la muerte total. Lentamente, en medio de luces y tinieblas, escuchando las llamadas de nuestro corazón o desoyendo lo mejor que hay en nosotros, vamos caminando hacia el misterio último de la realidad que los creyentes llamamos "Dios".

No hemos de vivir atrapados por el miedo o la ansiedad. El "último día" no es un día de ira y de venganza, sino de liberación. Lucas resume el pensamiento de Jesús con estas palabras admirables: “tengan ánimo y levanten la cabeza; porque está por llegarles la liberación”. Solo entonces conoceremos de verdad cómo ama Dios al mundo.

Hemos de reavivar nuestra confianza, levantar el ánimo y despertar la esperanza. Un día los poderes financieros se hundirán. La insensatez de los poderosos se acabará.

Las víctimas de tantas guerras, crímenes y genocidios conocerán la vida. Nuestros esfuerzos por un mundo más humano no se perderán para siempre.

Jesús se esfuerza por sacudir las conciencias de sus seguidores. “Tengan cuidado de no dejarse aturdir”. No vivan como imbéciles. No se dejen arrastrar por la frivolidad y los excesos. Mantengan viva la indignación. “Estén siempre despiertos”. No se relajen. Vivan con lucidez y responsabilidad. No se cansen. Mantengan siempre la tensión.


¿Cómo estamos viviendo estos tiempos difíciles para casi todos, angustiosos para muchos, y crueles para quienes se hunden en la impotencia? ¿Estamos despiertos? ¿Vivimos dormidos? Desde las comunidades cristianas hemos de alentar la indignación y la esperanza. Y solo hay un camino: estar junto a los que se están quedando sin nada, hundidos en la desesperanza, la rabia y la humillación.

domingo, 8 de noviembre de 2015

UNA ILUSIÓN ENGAÑOSA



Reflexión inspirada en el evangelio según san Marcos 12, 38-44

Ha echado todo lo que tenía.

Son muchos los que piensan que la compasión es una actitud absolutamente desfasada y anacrónica en una sociedad que ha de organizar sus propios servicios para atender a las diversas necesidades.

Lo “progresista” no es vivir preocupado por los más necesitados y desfavorecidos de la sociedad, sino saber exigir con fuerza al Estado que los atienda de manera eficiente.

Sin embargo, sería un engaño no ver lo que sucede en realidad. Cada uno busca su propio bienestar luchando incluso despiadadamente contra posibles competidores. Cada uno busca la fórmula más hábil para pagar el mínimo de impuestos, sin detenerse incluso ante pequeños o no tan pequeños fraudes. Y luego, se pide al Estado, al que se aporta lo menos posible, que atienda eficazmente a quienes nosotros mismos, hemos hundido en la marginación y la pobreza.

Pero no es fácil recuperar “las entrañas” ante el sufrimiento ajeno cuando uno se ha instalado en su pequeño mundo de bienestar. Mientras sólo nos preocupemos cómo incrementar la cuenta corriente o hacer más rentable nuestro dinero, será difícil que nos interesemos realmente por los que sufren.

Sin embargo, como necesitamos conservar la ilusión de que en nosotros hay todavía un corazón humano y compasivo, nos dedicamos a dar “lo que nos sobra”.

Tranquilizamos nuestra conciencia llamando al “Hogar de Cristo” para desprendernos de objetos inútiles, muebles inservibles o electrodomésticos gastados. Entregamos en la capilla ropas y vestidos que ya no están de moda. Hacemos incluso pequeños donativos siempre que dejen a salvo nuestro presupuesto de vacaciones o fin de semana.

Qué duras nos resultan en su tremenda verdad las palabras de Jesús alabando a aquella pobre viuda que acaba de entregar sus pocos dineros: “Los demás han dado lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”.

Sabemos dar lo que nos sobra, pero no sabemos estar cerca de quienes, tal vez, necesitan nuestra compañía o defensa. Damos de vez en cuando nuestro dinero, pero no somos capaces de dar parte de nuestro tiempo o nuestro descanso. Damos cosas pero rehuimos nuestra ayuda personal.

Ofrecemos a nuestros ancianos residencias cada vez mejor equipadas, pero, tal vez, les negamos el calor y el cariño que nos piden. Reclamamos toda clase de mejoras sociales para los minusválidos, pero no nos agrada aceptarlos en nuestra convivencia normal.

En la vida misma de familia, ¿no es a veces más fácil dar cosas a los hijos que darles el cariño y la atención cercana que necesitan? ¿No resulta más cómodo subirles la paga que aumentar el tiempo dedicado a ellos?


Las palabras de Jesús nos obligan a preguntarnos si vivimos sólo dando lo que nos sobra o sabemos dar también algo de nuestra propia vida.

domingo, 18 de octubre de 2015

TRIUNFAR EN LA VIDA



Reflexión inspirada en el evangelio según san Marcos 10, 35-45

"El que quiera ser grande, sea vuestro servidor."

«El que quiera ser grande que, se ponga a servir». ¿Qué eco pueden tener estas palabras de Jesús en la sociedad actual? Nadie quiere ser hoy grande ni héroe ni santo. Basta con «triunfar» asegurándonos una buena calidad de vida, éxito profesional y un bienestar afectivo suficiente.

El ideal no es crecer y ser persona. Lo importante es sentirse bien, cuidar la salud, gestionar bien el stress y no complicarse la vida. Lo inteligente es vivir a gusto, ser «buena onda» y tener siempre algo interesante que hacer o contar. Ser un «triunfador».

Y, ¿los demás? ¿Quién piensa en los demás? Lo que haga cada uno es cosa suya. No vamos a metemos en la vida de los otros. Hay que ser tolerantes. Lo importante es no hacer daño a nadie. Respetar siempre a todos.

Eso sí, a ser posible, es mejor vivir sin tener que depender de los demás. Mantener una sana «independencia» sin quedar presos de ningún vínculo exigente. Hay que ser «hábil» y no asumir compromisos, responsabilidades o cargas que luego no nos dejarán vivir a gusto.

¿Servir a los demás? Un «triunfador» no entiende exactamente qué quiere decir «servir». Más bien tiende a «servirse» de los demás y a utilizarlos para sus intereses y juegos.

Pero, ¿qué es triunfar en la vida? Con frecuencia, este individuo autosuficiente y triunfador termina sintiéndose más frágil y perdido que lo que nunca pudo pensar. Poco a poco, puede uno quedarse sin raíces ni fuerza interior, centrado en uno mismo, encerrado en la soledad de su propio corazón. El riesgo de todo triunfador es caer derribado por su falta de amor.

Según Jesús, si alguien quiere triunfar en la vida, ha de saber amar, salir de su narcisismo, abrir los ojos y ser sensible al sufrimiento de los demás. No es una piadosa consideración cristiana. Mientras creemos estar triunfando en la vida, la podemos estar estropeando cada día un poco más. Nadie es triunfador si no hace más feliz la vida de los demás.


domingo, 27 de septiembre de 2015

NADIE TIENE LA EXCLUSIVA DE JESÚS



Reflexión inspirada en el evangelio según san Marcos 9,38-43.45.47-48 

La escena es sorprendente. Los discípulos se acercan a Jesús con un problema. Esta vez, el portador del grupo no es Pedro, sino Juan, uno de los dos hermanos que andan buscando los primeros puestos. Ahora pretende que el grupo de discípulos tenga la exclusiva de Jesús y el monopolio de su acción liberadora. 

Vienen preocupados. Un exorcista, no integrado en el grupo, está echando demonios en nombre de Jesús. Los discípulos no se alegran de que la gente quede curada y pueda iniciar una vida más humana. Solo piensan en el prestigio de su propio grupo. Por eso, han tratado de cortar de raíz su actuación. Esta es su única razón: "no es de los nuestros". 

Los discípulos dan por supuesto que, para actuar en nombre de Jesús y con su fuerza curadora, es necesario ser miembro de su grupo. Nadie puede apelar a Jesús y trabajar por un mundo más humano, sin formar parte de la Iglesia. ¿Es realmente así? ¿Qué piensa Jesús? 

Sus primeras palabras son rotundas: "No se lo impidan". El Nombre de Jesús y su fuerza humanizadora son más importantes que el pequeño grupo de sus discípulos. Es bueno que la salvación que trae Jesús se extienda más allá de la Iglesia establecida y ayude a las gentes a vivir de manera más humana. Nadie ha de verla como una competencia desleal. 

Jesús rompe toda tentación sectaria en sus seguidores. No ha constituido su grupo para controlar su salvación mesiánica. No es rabino de una escuela cerrada sino Profeta de una salvación abierta a todos. Su Iglesia ha de apoyar su Nombre allí donde es invocado para hacer el bien. 

No quiere Jesús que entre sus seguidores se hable de los que son nuestros y de los que no lo son, los de dentro y los de fuera, los que pueden actuar en su nombre y los que no pueden hacerlo. Su modo de ver las cosas es diferente: "El que no está contra nosotros está a favor nuestro". 

En la sociedad moderna hay muchos hombres y mujeres que trabajan por un mundo más justo y humano sin pertenecer a la Iglesia. Algunos ni son creyentes, pero están abriendo caminos al reino de Dios y su justicia. Son de los nuestros. Hemos de alegrarnos en vez de mirarlos con resentimiento. Los hemos de apoyar en vez de descalificar. 

Es un error vivir en la Iglesia viendo en todas partes hostilidad y maldad, creyendo ingenuamente que solo nosotros somos portadores del Espíritu de Jesús. Él no nos aprobaría. Nos invitaría a colaborar con alegría con todos los que viven el estilo del evangelio y se preocupan de los más pobres y necesitados. 


 

domingo, 20 de septiembre de 2015

DOS ACTITUDES MUY DE JESÚS



Reflexión inspirada en el Evangelio según san Marcos 9, 30-37 

"Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos". 

El grupo de Jesús atraviesa Galilea camino de Jerusalén. Lo hacen de manera reservada, sin que nadie se entere. Jesús quiere dedicarse enteramente a instruir  a sus discípulos. Es muy importante lo que quiere grabar en sus corazones: su camino no es un camino de gloria, éxito y poder. Es lo contrario: conduce a la crucifixión y al rechazo, aunque terminará en resurrección. 

A los discípulos no les entra en la cabeza lo que les dice Jesús. Les da miedo hasta preguntarle. No quieren pensar en la crucifixión. No entra en sus planes ni expectativas. Mientras Jesús les habla de entrega y de cruz, ellos hablan de sus ambiciones: ¿quién será el más importante en el grupo? ¿Quién ocupará el puesto más elevado? ¿Quién recibirá más honores? 

Jesús «se sienta». Quiere enseñarles algo que nunca han de olvidar. Llama a los Doce, los que están más estrechamente asociados a su misión y los invita a que se acerquen, pues los ve muy distanciados de él. Para seguir sus pasos y parecerse a él han de aprender dos actitudes fundamentales. 

Primera actitud: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y servidor de todos». El discípulo de Jesús ha de renunciar a ambiciones, rangos, honores y vanidades. En su grupo nadie ha de pretender estar sobre los demás. Al contrario, ha de ocupar el  último lugar, ponerse al nivel de quienes no tienen poder ni ostentan rango alguno. Y, desde ahí, ser como Jesús: «servidor de todos». 

La segunda actitud es tan importante que Jesús la ilustra con un gesto simbólico entrañable. Pone a un niño en medio de los Doce, en el centro del grupo, para que aquellos hombres ambiciosos se olviden de honores y grandezas, y pongan sus ojos en los pequeños, los débiles, los más necesitados de defensa y cuidado. 

Luego, lo abraza y les dice: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí». Quien acoge a un "pequeño" está acogiendo al más "grande", a Jesús. Y quien acoge a Jesús está acogiendo al Padre que lo ha enviado. 

Una Iglesia que acoge a los pequeños e indefensos está enseñando a acoger a Dios. Una Iglesia que mira hacia los grandes y se asocia con los poderosos de la tierra está pervirtiendo la Buena Noticia de Dios anunciada por Jesús. 




domingo, 13 de septiembre de 2015

¿QUÉ DICE LA GENTE?



Reflexión inspirada en el evangelio según san Marcos 8,27-35
¿Quién dice la gente que soy yo?

Acostumbrados desde niños a su figura, son muchos los cristianos que no sospechan el eco que la persona de Jesús ha encontrado a lo largo de los siglos en el corazón de los hombres. A veces se piensa que ese Jesús del que sólo han oído hablar en la Iglesia, apenas puede interesar fuera de ella. Hace veinte siglos, Jesús lanzó una pregunta provocadora: « ¿Quién dice la gente que soy yo?» Pensadores, poetas y científicos de toda clase han respondido a la cuestión de formas diferentes. Tiene su interés conocer algunos testimonios.

La filósofa francesa, Simone Weil, expresa así su convicción: «Antes de ser Cristo, es la verdad. Si nos desviamos de Él para ir hacia la verdad, no andaremos un gran trecho sin caer en sus brazos.» Mahatma Gandhi vivió impactado por las Bienaventuranzas de Jesús: «El mensaje de Jesús, tal como yo lo entiendo, está contenido en el sermón de la montaña. El espíritu de este sermón ejerce sobre mí casi la misma fascinación que la Bhagavadgita. Este sermón es el origen de mi afecto por Jesús.»

El científico Albert Einstein valoraba así el mensaje judeocristiano: «Si se separan del judaísmo los profetas y del cristianismo, tal como lo enseñó Jesucristo, todas las adiciones posteriores, en especial las del clero, nos quedaríamos con una doctrina capaz de curar a la humanidad de todos sus males.»

A. Gide ha pasado a la historia de la literatura como prototipo del renegado que rechaza su bautismo cristiano. Sin embargo, en sus escritos se pueden encontrar oraciones como ésta: «Yo vuelvo a ti, Señor Jesús, como al Dios del cual tú eres forma viva. Estoy cansado de mentir a mi corazón. Por todas partes te encuentro cuando creía huir de ti... Sé que no existe nadie más que tú, capaz de apagar mi corazón exigente.»

Para Hegel, «Jesucristo ha sido el quicio de la historia». F Mauriac confiesa: «Si no hubiera conocido a Cristo, Dios hubiera sido para mí una palabra inútil.» Otros, como el poeta argentino agnóstico, J. L. Borges, lo buscan: «No lo veo y seguiré buscándolo hasta el día último de mis pasos por la tierra.»

En el filósofo Soren Kierkegaard podemos leer esta preciosa oración: «Señor Jesús, tú no viniste para ser servido, ni tampoco para ser admirado o, simplemente, adorado. Tú has deseado, solamente, imitadores. Por eso, despiértanos, si estamos adormecidos en este engaño de querer admirarte o adorarte, en vez de imitarte y parecernos a ti.»


domingo, 6 de septiembre de 2015

CONTRA LA SORDERA



Reflexión inspirada en el evangelio según san Marcos 7,31-37
“¡Ábrete!”
La escena es conocida. Le presentan a Jesús un sordo que, a consecuencia de su sordera, apenas puede hablar. Su vida es una desgracia. Sólo se oye a sí mismo. No puede escuchar a sus familiares y vecinos. No puede conversar con sus amigos. Tampoco puede escuchar las parábolas de Jesús ni entender su mensaje. Vive encerrado en su propia soledad.

Jesús lo toma consigo y se concentra en esa enfermedad que le impide vivir de manera sana. Introduce los dedos en sus oídos y trata de vencer esa resistencia que no le deja escuchar a nadie. Con su saliva humedece aquella lengua paralizada para dar fluidez a su palabra. No es fácil. El sordomudo no colabora y Jesús hace un último esfuerzo. Respira profundamente, lanza un fuerte suspiro mirando al cielo en busca de la fuerza de Dios y, luego, grita al enfermo: « ¡Ábrete!».

Aquel hombre sale de su aislamiento y, por vez primera, descubre lo que es vivir escuchando a los demás y conversando abiertamente con todos. La gente queda admirada. Jesús lo hace todo bien, como el Creador: «hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

No es casual que los evangelios narren tantas curaciones de ciegos y sordos. Estos relatos son una invitación a dejarse trabajar por Jesús para abrir bien los ojos y los oídos a su persona y su palabra. Unos discípulos «sordos» a su mensaje, serán como «tartamudos» al anunciar el evangelio.

Vivir dentro de la Iglesia con mentalidad «abierta» o «cerrada» puede ser una cuestión de actitud mental o de posición práctica, fruto casi siempre de la propia estructura sicológica o de la formación recibida. Pero cuando se trata de “abrirse” o “cerrarse” al evangelio, el asunto es de vida o muerte.

Si vivimos sordos al mensaje de Jesús, si no entendemos su proyecto, ni captamos su amor a los que sufren, nos encerraremos en nuestros problemas y no escucharemos los de la gente. Pero, entonces, no sabremos anunciar ninguna noticia buena. Deformaremos el mensaje de Jesús. A muchos se les hará difícil entender nuestro “evangelio”.

Es urgente que todos escuchemos a Jesús: ¡Ábrete!.


martes, 1 de septiembre de 2015

Cristo de Caguach: importancia de la religiosidad popular

EDITORIAL de La Prensa Austral

Martes 1 de septiembre del 2015

Las principales calles de la población 18 de Septiembre fueron testigos este fin de semana del paso de mujeres, hombres, niños y ancianos que protagonizaron la tradicional procesión del Cristo Nazareno de Caguach.

Se trata de una de las expresiones religiosas más pintorescas y multitudinarias que se realizan en Magallanes. De hecho, el domingo se estima que fueron unas diez mil las personas que desafiaron las inclemencias del tiempo y que dieron vida a esta fiesta.

Su origen, según leyendas, se sitúa en el siglo XVII, cuando se llevó la imagen del Jesús Nazareno para hermanar a los habitantes de las islas de Caguach, Alao, Apiao, Tac, Chaulinec y Meulín que estaban en conflicto.

Así, el Cristo de Caguach resulta ser una de las expresiones de religiosidad popular más tradicionales del Archipiélago de Chiloé y han sido los chilotes que se han trasladado a Magallanes los que trajeron con ellos esta hermosa tradición.

Cuando se habla de la pérdida de confianza de la gente en las jerarquías religiosas, cuando ha avanzado enormemente el laicismo y las corrientes de pensamiento que ponen el acento en las cosas mundanas, no deja de ser sorprendente que una parte de los pobladores de la ciudad se organice y salga a las calles a dar testimonio de su fe.

“Lo que me motiva a participar es la fe”, fue precisamente la respuesta de una de las mujeres que participó en la procesión, refrendando lo antes dicho.

“Vengo hace muchos años con mis hijos motivados por nuestro origen, nuestra tierra Chiloé”, declaró otra señora, dando cuenta que la religiosidad popular tiene, además de las cuestiones religiosas, la virtud de la pertenencia, de rescatar y preservar lo que se siente como propio.

Así, fe y cultura son elementos centrales de la religiosidad popular, dando identidad a diversos pueblos y comunidades de América Latina.

La festividad del Cristo Nazareno de Caguach resulta en estos días admirable y hermosa, en cuanto es un ejercicio alegre y fervoroso de identidad de una parte importante, aunque no siempre apreciada, de nuestros inmigrantes.


LA MAYOR HERENCIA


P. Marcos Buvinić Martinić

En estos días está sucediendo un acontecimiento que moviliza a miles de personas en toda la Patagonia, tanto chilena como argentina. Es la celebración de la Novena de Jesús Nazareno, en preparación a la fiesta y procesión que se realiza cada año el domingo 30 de agosto.

Quizás, para algunas personas esto no les diga mucho -o quizás nada-, este acontecimiento que para otros es algo que marca la vida y es un momento esperado año tras año en Caguach y en todo Chiloé, en Punta Arenas, en Puerto Natales, en Porvenir, en Puerto Montt, en Coyhaique, en Río Turbio, en Río Grande y en Río Gallegos.

Lo que sucede es que allí donde han llegado los migrantes provenientes de Chiloé han sido portadores de la mayor herencia de su cultura: el cariño profundo y religioso a Jesús Nazareno, como la fuente y savia vital del pueblo chilote.

De esta manera, los migrantes chilotes y sus descendientes han sido misioneros de una tradición que constituye su mayor herencia y el alma de su cultura. Es una tradición se remonta al mismo Señor Jesús y que es transmitida por los Evangelios, y que se asentó en Chiloé en 1778, cuando llegó la imagen de Jesús Nazareno a Caguach llevada por el misionero fray Hilario Martínez, haciendo la paz entre cinco pueblos que estaban seriamente enemistados (Caguach, Alao, Apiao, Tac y Chaulinec).

En el llamado “libro de fábrica” de la iglesia de Caguach se encuentra el acta firmada en mayo de 1778 por fray Hilario y los caciques de los cinco pueblos señalados, quienes se comprometen a convivir en paz y celebrar cada 30 de agosto la fiesta de Jesús Nazareno “hasta el fin de los siglos”, señala dicha acta.

Así, la unidad histórica del pueblo chilote y su cultura se constituyen en torno a Jesús Nazareno y su Evangelio. Se trata del alma de la cultura chilote marcada por la fe y vivida como un llamado permanente a la unidad en medio de todas las diferencias existentes entre las personas.
   
Esta es la mayor herencia del pueblo chilote y el alma de su cultura, que los esforzados migrantes han sabido compartir con otros e instalarla en los diversos lugares de la Patagonia donde llegaron en busca de nuevos horizontes para sus vidas y sus familias.

En Punta Arenas, muchos nos sentimos muy agradecidos que los migrantes chilotes y sus descendientes han compartido con nosotros esta herencia, invitándonos a ser un pueblo unido en torno a la persona del Señor Jesús Nazareno y su Evangelio.


27 de agosto de 2015

domingo, 30 de agosto de 2015

CAMBIAR DESDE DENTRO

 30 DE AGOSTO, FIESTA DE JESÚS NAZARENO EN MAGALLANES



Reflexión inspirada en el evangelio según san Marcos 7,1-8.14-15.21-23 


«Esas maldades salen de dentro». 


Hay algo que los hombres y mujeres de hoy queremos ingenuamente olvidar una y otra vez. Sin una transformación interior, sin un esfuerzo real de cambio de actitud, no es posible crear una nueva sociedad.

Hemos de valorar, sin duda, muy positivamente, todos los intentos de ayudar, ennoblecer y dignificar al hombre desde fuera. Pero, las estructuras, las instituciones, los pactos y los programas políticos no cambian ni mejoran automáticamente al hombre. 

Es inútil lanzar consignas políticas de cambio social si los que gobiernan el país, los que dirigen la vida pública y todos los ciudadanos, en general, no hacemos esfuerzo personal alguno para cambiar nuestras posturas. No hay ningún camino secreto que nos pueda conducir a una transformación y mejora social, dispensándonos de una conversión personal. 

Los pecados colectivos, el deterioro moral de nuestra sociedad, el mal encarnado en tantas estructuras e instituciones, la injusticia presente en el funcionamiento de la vida social, se deben concretamente a factores diversos, pero tienen, en definitiva, una fuente y un origen último: el corazón de las personas. 

La sabia advertencia de Jesús tiene actualidad también hoy, en una sociedad tan compleja y organizada como la nuestra. «Las maldades salen de dentro del hombre». Los robos, los homicidios, los adulterios, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, la envidia, la difamación, el orgullo, la frivolidad, que de tantas maneras toman cuerpo en las costumbres, modas, instituciones y estructuras de nuestra sociedad, «salen de dentro del corazón». 

Es una grave equivocación pretender una reconversión económica justa, sin «reconvertir» nuestros corazones a posturas de mayor justicia social con los más oprimidos por la crisis. 

Es una ilusión falsa creer que vamos camino de una sociedad más igualitaria y socializada, si apenas nadie parece dispuesto a abandonar situaciones privilegiadas ni a compartir de verdad sus bienes con las clases más necesitadas. 

Es una ingenuidad creer que la paz llegará con medidas policiales, acciones represivas, negociaciones o pactos estratégicos, si no existe una actitud sincera de diálogo, revisión de posturas y búsqueda leal de vías políticas. 

¿Pueden cambiar mucho las cosas si cada uno de nosotros cambiamos tan poco?


 ORDEN DE LA PROCESIÓN DE JESÚS NAZARENO, 

ESTE DOMINGO 30 DE AGOSTO 

EN PUNTA ARENAS.




domingo, 23 de agosto de 2015

PALABRAS INCREÍBLES




Reflexión inspirada en el evangelio según san Juan 6,60-69 

Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida.

En la sociedad moderna vivimos acosados por palabras, comunicados, imágenes y noticias de todo tipo. Ya no es posible vivir en silencio. Anuncios, publicidad, noticiarios, discursos y declaraciones invaden nuestro mundo interior y nuestro ámbito doméstico.

Esta «inflación de la palabra» ha penetrado también en algunos sectores de la Iglesia. Hoy los eclesiásticos y los teólogos hablamos y escribimos mucho. Quizá más que nunca. La pregunta que nos hemos de hacer es sencilla: ¿Qué capta la gente en nosotros?, ¿palabras «llenas de espíritu y vida», como eran las de Jesús, o palabras vacías?

A lo largo de los años he oído muchas críticas a la predicación de la Iglesia. Se nos acusa de poca fidelidad al evangelio o al magisterio del Papa, de alianza con una ideología política de un signo o de otro, de poca apertura a la modernidad... Intuyo que no pocos que se alejan hoy de la Iglesia quieren saber si, al menos para nosotros, nuestras palabras significan algo.

La palabra de Jesús era diferente. Nacía de su propio ser, brotaba de su amor apasionado al Padre y a los hombres. Era una palabra creíble, llena de vida y de verdad. Se entiende la reacción espontánea de Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna».

Muchos hombres y mujeres de hoy no han tenido nunca la suerte de escuchar con sencillez y de manera directa sus palabras. Su mensaje les ha llegado, muchas veces desfigurado y distorsionado por demasiadas doctrinas, fórmulas ideológicas y discursos poco evangélicos.

Uno de los mayores servicios que podemos realizar en la Iglesia es poner la persona y el mensaje de Jesús al alcance de los hombres y mujeres de nuestros días. Ponerles en contacto con su persona. La gente no necesita escuchar nuestras palabras sino las suyas. Sólo ellas son «espíritu y vida».

Es sorprendente ver que, cuando nos esforzamos por presentar a Jesús de manera viva, directa y auténtica, su mensaje resulta más actual que todos nuestros discursos.



domingo, 16 de agosto de 2015

ALIMENTARNOS DE JESÚS



Reflexión inspirada en el evangelio según san Juan 6, 51-59
  
Según el relato de Juan, una vez más los judíos, incapaces de ir más allá de lo físico y material, interrumpen a Jesús, escandalizados por el lenguaje agresivo que emplea: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?". Jesús no retira su afirmación sino que da a sus palabras un contenido más profundo.

El núcleo de su exposición nos permite adentrarnos en la experiencia que vivían las primeras comunidades cristianas al celebrar la eucaristía. Según Jesús, los discípulos no solo han de creer en él, sino que han de alimentarse y nutrir su vida de su misma persona. La eucaristía es una experiencia central en sus seguidores de Jesús.

Las palabras que siguen no hacen sino destacar su carácter fundamental e indispensable: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida". Si los discípulos no se alimentan de él, podrán hacer y decir muchas cosas, pero no han de olvidar sus palabras: "No tendrán vida en ustedes".

Para tener vida dentro de nosotros necesitamos alimentarnos de Jesús, nutrirnos de su aliento vital, interiorizar sus actitudes y sus criterios de vida. Este es el secreto y la fuerza de la eucaristía. Solo lo conocen aquellos que comulgan con él y se alimentan de su pasión por el Padre y de su amor a sus hijos.

El lenguaje de Jesús es de gran fuerza expresiva. A quien sabe alimentarse de él, le hace esta promesa: "Ese habita en mí y yo en él". Quien se nutre de la eucaristía experimenta que su relación con Jesús no es algo externo. Jesús no es un modelo de vida que imitamos desde fuera. Alimenta nuestra vida desde dentro.

Esta experiencia de "habitar" en Jesús y dejar que Jesús "habite" en nosotros puede transformar de raíz nuestra fe. Ese intercambio mutuo, esta comunión estrecha, difícil de expresar con palabras, constituye la verdadera relación del discípulo con Jesús. Esto es seguirle sostenidos por su fuerza vital.

La vida que Jesús transmite a sus discípulos en la eucaristía es la que él mismo recibe del Padre que es Fuente inagotable de vida plena. Una vida que no se extingue con nuestra muerte biológica. Por eso se atreve Jesús a hacer esta promesa a los suyos: "El que come este pan vivirá para siempre".


Sin duda, el signo más grave de la crisis de la fe cristiana entre nosotros es el abandono tan generalizado de la eucaristía dominical. Para quien ama a Jesús es doloroso observar cómo la eucaristía va perdiendo su poder de atracción. Pero es más doloroso aún ver que desde la Iglesia asistimos a este hecho sin atrevernos a reaccionar. ¿Por qué?



domingo, 9 de agosto de 2015

ATRACCIÓN POR JESÚS


Reflexión inspirada en el evangelio según san Juan 6,41-51

El evangelista Juan repite una y otra vez expresiones e imágenes de gran fuerza para grabar bien en las comunidades cristianas que han de acercarse a Jesús para descubrir en él una fuente de vida nueva. Un principio vital que no es comparable con nada que hayan podido conocer con anterioridad.

Jesús es «pan  bajado del cielo ». No ha de ser confundido con cualquier fuente de vida.

En Jesucristo podemos alimentarnos de una fuerza, una luz, una esperanza, un aliento vital... que vienen del misterio mismo de Dios, el Creador de la vida. Jesús es «el pan de la vida ».

Por eso, precisamente, no es posible encontrarse con él de cualquier manera. Hemos de ir a lo más hondo de nosotros mismos, abrirnos a Dios y «escuchar lo que nos dice el Padre ». Nadie puede sentir verdadera atracción por Jesús, «si no lo atrae el Padre que lo ha enviado».

Lo más atractivo de Jesús es su capacidad de dar vida. El que cree en Jesucristo y sabe entrar en contacto con él, conoce una vida diferente, de calidad nueva, una vida que, de alguna manera, pertenece ya al mundo de Dios. Juan se atreve a decir que «el que coma de este pan, vivirá para siempre».

Si, en nuestras comunidades cristianas, no nos alimentamos del contacto con Jesús, seguiremos ignorando lo más esencial y decisivo del cristianismo. Por eso, nada hay pastoralmente más urgente que cuidar bien nuestra relación con Jesús el Cristo.

Si, en la Iglesia, no nos sentimos atraídos por ese Dios encarnado en un hombre tan humano, cercano y cordial, nadie nos sacará del estado de mediocridad en que vivimos sumidos de ordinario. Nadie nos estimulará para ir más lejos que lo establecido por nuestras instituciones. Nadie nos alentará para ir más adelante de lo que nos marcan nuestras tradiciones.


Si Jesús no nos alimenta con su Espíritu de creatividad, seguiremos atrapados en el pasado,  viviendo nuestra religión desde formas, concepciones y sensibilidades nacidas y desarrolladas en otras épocas y para otros tiempos que no son los nuestros. Pero, entonces, Jesús no podrá contar con nuestra cooperación para engendrar y alimentar la fe en el corazón de los hombres y mujeres de hoy.