Reflexión inspirada en
el evangelio según san Marcos 9,38-43.45.47-48
La escena es
sorprendente. Los discípulos se acercan a Jesús con un problema. Esta vez, el
portador del grupo no es Pedro, sino Juan, uno de los dos hermanos que andan
buscando los primeros puestos. Ahora pretende que el grupo de discípulos tenga
la exclusiva de Jesús y el monopolio de su acción liberadora.
Vienen
preocupados. Un exorcista, no integrado en el grupo, está echando demonios en
nombre de Jesús. Los discípulos no se alegran de que la gente quede curada y
pueda iniciar una vida más humana. Solo piensan en el prestigio de su propio
grupo. Por eso, han tratado de cortar de raíz su actuación. Esta es su única
razón: "no es de los nuestros".
Los discípulos
dan por supuesto que, para actuar en nombre de Jesús y con su fuerza curadora,
es necesario ser miembro de su grupo. Nadie puede apelar a Jesús y trabajar por
un mundo más humano, sin formar parte de la Iglesia. ¿Es realmente así? ¿Qué
piensa Jesús?
Sus primeras
palabras son rotundas: "No se lo impidan". El Nombre de Jesús y su
fuerza humanizadora son más importantes que el pequeño grupo de sus discípulos.
Es bueno que la salvación que trae Jesús se extienda más allá de la Iglesia
establecida y ayude a las gentes a vivir de manera más humana. Nadie ha de
verla como una competencia desleal.
Jesús rompe toda
tentación sectaria en sus seguidores. No ha constituido su grupo para controlar
su salvación mesiánica. No es rabino de una escuela cerrada sino Profeta de una
salvación abierta a todos. Su Iglesia ha de apoyar su Nombre allí donde es
invocado para hacer el bien.
No quiere Jesús
que entre sus seguidores se hable de los que son nuestros y de los que no lo
son, los de dentro y los de fuera, los que pueden actuar en su nombre y los que
no pueden hacerlo. Su modo de ver las cosas es diferente: "El que no está
contra nosotros está a favor nuestro".
En la sociedad
moderna hay muchos hombres y mujeres que trabajan por un mundo más justo y
humano sin pertenecer a la Iglesia. Algunos ni son creyentes, pero están
abriendo caminos al reino de Dios y su justicia. Son de los nuestros. Hemos de
alegrarnos en vez de mirarlos con resentimiento. Los hemos de apoyar en vez de
descalificar.
Es un error
vivir en la Iglesia viendo en todas partes hostilidad y maldad, creyendo
ingenuamente que solo nosotros somos portadores del Espíritu de Jesús. Él no
nos aprobaría. Nos invitaría a colaborar con alegría con todos los que viven el
estilo del evangelio y se preocupan de los más pobres y necesitados.
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