Reflexión inspirada
en el evangelio según san Marcos 8,27-35
¿Quién dice la gente que soy yo?
Acostumbrados desde niños a su figura,
son muchos los cristianos que no sospechan el eco que la persona de Jesús ha
encontrado a lo largo de los siglos en el corazón de los hombres. A veces se
piensa que ese Jesús del que sólo han oído hablar en la Iglesia, apenas puede
interesar fuera de ella. Hace veinte siglos, Jesús lanzó una pregunta
provocadora: « ¿Quién dice la gente que
soy yo?» Pensadores, poetas y científicos de toda clase han respondido a la
cuestión de formas diferentes. Tiene su interés conocer algunos testimonios.
La filósofa francesa, Simone Weil, expresa así su convicción:
«Antes de ser Cristo, es la verdad. Si nos desviamos de Él para ir hacia la
verdad, no andaremos un gran trecho sin caer en sus brazos.» Mahatma Gandhi vivió impactado por las
Bienaventuranzas de Jesús: «El mensaje de Jesús, tal como yo lo entiendo, está
contenido en el sermón de la montaña. El espíritu de este sermón ejerce sobre
mí casi la misma fascinación que la Bhagavadgita.
Este sermón es el origen de mi afecto por Jesús.»
El científico Albert Einstein valoraba así el mensaje judeocristiano: «Si se
separan del judaísmo los profetas y del cristianismo, tal como lo enseñó
Jesucristo, todas las adiciones posteriores, en especial las del clero, nos
quedaríamos con una doctrina capaz de curar a la humanidad de todos sus males.»
A.
Gide
ha pasado a la historia de la literatura como prototipo del renegado que
rechaza su bautismo cristiano. Sin embargo, en sus escritos se pueden encontrar
oraciones como ésta: «Yo vuelvo a ti, Señor Jesús, como al Dios del cual tú
eres forma viva. Estoy cansado de mentir a mi corazón. Por todas partes te
encuentro cuando creía huir de ti... Sé que no existe nadie más que tú, capaz
de apagar mi corazón exigente.»
Para Hegel,
«Jesucristo ha sido el quicio de la historia». F Mauriac confiesa: «Si no hubiera conocido a Cristo, Dios hubiera
sido para mí una palabra inútil.» Otros, como el poeta argentino agnóstico, J. L. Borges, lo buscan: «No lo veo y
seguiré buscándolo hasta el día último de mis pasos por la tierra.»
En el filósofo Soren Kierkegaard podemos leer esta preciosa oración: «Señor Jesús,
tú no viniste para ser servido, ni tampoco para ser admirado o, simplemente,
adorado. Tú has deseado, solamente, imitadores. Por eso, despiértanos, si
estamos adormecidos en este engaño de querer admirarte o adorarte, en vez de
imitarte y parecernos a ti.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario