EL SERVICIO DE PEDRO
Reflexión inspirada en el evangelio
según san Mateo 16, 13-19
Jesús conversa con sus discípulos
en la región de Cesarea de Filipo, no lejos de las fuentes del Jordán. El
episodio ocupa un lugar destacado en el evangelio de Mateo. Probablemente,
quiere que sus lectores no confundan las «iglesias» que van naciendo de Jesús
con las «sinagogas» o comunidades judías donde hay toda clase de opiniones
sobre él.
Lo primero que hay que aclarar es
quién está en el centro de la Iglesia. Jesús se lo pregunta directamente a sus
discípulos: «Vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro responde en nombre de
todos: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Intuye que Jesús no es sólo
el Mesías esperado. Es el «Hijo de Dios vivo». El Dios que es vida, fuente y
origen de todo lo que vive. Pedro capta el misterio de Jesús en sus palabras y
gestos que ponen salud, perdón y vida nueva en la gente.
Jesús le felicita: «Dichoso tú…
porque eso sólo te lo ha podido revelar mi Padre del cielo». Ningún ser humano
«de carne y hueso» puede despertar esa fe en Jesús. Esas cosas las revela el
Padre a los sencillos, no a los sabios y entendidos. Pedro pertenece a esa
categoría de seguidores sencillos de Jesús que viven con el corazón abierto al
Padre. Esta es la grandeza de Pedro y de todo verdadero creyente.
Jesús hace a continuación una
promesa solemne: «Tú eres Pedro y sobre testa piedra yo edificaré mi Iglesia».
La Iglesia no la construye cualquiera. Es Jesús mismo quien la edifica. Es él
quien convoca a sus seguidores y los reúne en torno a su persona. La Iglesia es
suya. Nace de él.
Pero Jesús no es un insensato que
construye sobre arena. Pedro será «roca» en esta Iglesia. No por la solidez y
firmeza de su temperamento pues, aunque es honesto y apasionado, también es
inconstante y contradictorio. Su fuerza proviene de su fe sencilla en Jesús.
Pedro es prototipo de los creyentes e impulsor de la verdadera fe en Jesús.
Este es el gran servicio de Pedro y
sus sucesores a la Iglesia de Jesús. Pedro no es el «Hijo del Dios vivo», sino
«hijo de Jonás». La Iglesia no es suya sino de Jesús. Sólo Jesús ocupa el
centro. Sólo el la edifica con su Espíritu. Pero Pedro invita a vivir abiertos
a la revelación del Padre, a no olvidar a Jesús y a centrar su Iglesia en la verdadera
fe.
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