Reflexión inspirada en el evangelio
según san Lucas 10,1-12. 17-20
El Papa Francisco está llamando a la
Iglesia a salir de sí misma olvidando miedos e intereses propios, para ponerse
en contacto con la vida real de las gentes y hacer presente el Evangelio allí
donde los hombres y mujeres de hoy sufren y gozan, luchan y trabajan.
Con su lenguaje inconfundible y sus
palabras vivas y concretas, nos está abriendo los ojos para advertirnos del
riesgo de una Iglesia que se asfixia en una actitud autodefensiva: “cuando la
Iglesia se encierra, se enferma”; “prefiero mil veces una Iglesia accidentada a
una que esté enferma por encerrarse en sí misma”.
La consigna de Francisco es clara: “La
Iglesia ha de salir de sí misma a la periferia, a dar testimonio del Evangelio
y a encontrarse con los demás”. No está pensando en planteamientos teóricos,
sino en pasos muy concretos: “Salgamos de nosotros mismos para encontrarnos con
la pobreza”.
El Papa sabe lo que está diciendo.
Quiere arrastrar a la Iglesia actual hacia una renovación profunda con raíz en
el Evangelio. No es fácil. “La novedad nos da siempre un poco de miedo, porque
nos sentimos más seguros, si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los
que construimos, programamos y planificamos nuestra vida según nuestros
esquemas, seguridades y gustos”.
Pero Francisco no tiene miedo a la
“novedad de Dios”. En la fiesta de Pentecostés ha formulado a toda la Iglesia
una pregunta decisiva a la que tendremos que ir respondiendo en los próximos
años: “¿Estamos decididos a recorrer caminos nuevos que la novedad de Dios nos
presenta o nos atrincheraremos en estructuras caducas que han perdido la
capacidad de respuesta?
No quiero ocultar mi alegría al ver que
el Papa Francisco nos llama a reavivar en la Iglesia el aliento evangelizador
que Jesús quiso que animara siempre a sus seguidores. El evangelista Lucas nos
recuerda sus consignas. “Pónganse en camino”. No hay que esperar a nada. No
hemos de retener a Jesús dentro nuestras parroquias. Hay que darlo a conocer en
la vida.
“No lleven bolsas, alforjas ni sandalias
de repuesto”. Hay que salir a la vida de manera sencilla y humilde. Sin
privilegios ni estructuras de poder. El Evangelio no se impone por la fuerza.
Se contagia desde la fe en Jesús y la confianza en el Padre.
Cuando entren en una casa, digan :”Paz a
esta casa”. Esto es lo primero. Dejen a un lado las condenas, curen a los
enfermos, alivien los sufrimientos que hay en el mundo. Digan a todos que Dios
está cerca y nos quiere ver trabajando por una vida más humana. Esta es la gran
noticia del reino de Dios.
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