Reflexión inspirada en el evangelio
según san Lucas 9,18-24
Las primeras generaciones cristianas
conservaron el recuerdo de este episodio evangélico como un relato de
importancia vital para los seguidores de Jesús. Su intuición era certera.
Sabían que la Iglesia de Jesús debería escuchar una y otra vez la pregunta que
un día hizo Jesús a sus discípulos en las cercanías de Cesarea de Filipo: «Ustedes, quién dicen que soy yo?»
Si en las comunidades cristianas dejamos
apagar nuestra fe en Jesús, perderemos nuestra identidad. No acertaremos a
vivir con audacia creadora la misión que Jesús nos confió; no nos atreveremos a
enfrentarnos al momento actual, abiertos a la novedad de su Espíritu; nos
asfixiaremos en nuestra mediocridad.
No son tiempos fáciles los nuestros. Si
no volvemos a Jesús con más verdad y fidelidad, la desorientación nos irá
paralizando; nuestras grandes palabras seguirán perdiendo credibilidad. Jesús
es la clave, el fundamento y la fuente de todo lo que somos, decimos y hacemos.
¿Quién es hoy Jesús para los cristianos?
Nosotros confesamos, como Pedro, que
Jesús es el "Mesías de Dios", el Enviado del Padre. Es cierto: Dios
ha amado tanto al mundo que nos ha regalado a Jesús. ¿Sabemos los cristianos
acoger, cuidar, disfrutar y celebrar este gran regalo de Dios? ¿Es Jesús el
centro de nuestras celebraciones, encuentros y reuniones?
Lo confesamos también "Hijo de
Dios". Él nos puede enseñar a conocer mejor a Dios, a confiar más en su
bondad de Padre, a escuchar con más fe su llamada a construir un mundo más
fraterno y justo para todos. ¿Estamos descubriendo en nuestras comunidades el
verdadero rostro de Dios encarnado en Jesús? ¿Sabemos anunciarlo y comunicarlo
como una gran noticia para todos?
Llamamos a Jesús "Salvador"
porque tiene fuerza para humanizar nuestras vidas, liberar nuestras personas y
encaminar la historia humana hacia su verdadera y definitiva salvación. ¿Es
ésta la esperanza que se respira entre nosotros? ¿Es ésta la paz que se
contagia desde nuestras comunidades?
Confesamos a Jesús como nuestro único
"Señor". No queremos tener otros señores ni someternos a ídolos
falsos. Pero, ¿ocupa Jesús realmente el centro de nuestras vidas? ¿Le damos
primacía absoluta en nuestras comunidades? ¿Lo ponemos por encima de todo y de
todos? ¿Somos de Jesús? ¿Es él quien nos anima y hace vivir?
La gran tarea de los cristianos es hoy
aunar fuerzas y abrir caminos para reafirmar mucho más la centralidad de Jesús
en su Iglesia. Todo lo demás viene después.
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