domingo, 12 de julio de 2015

AUTORIDAD


Reflexión inspirada en el Evangelio según san Marcos 6, 7-13

… dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos.

Según los expertos, el poder y la autoridad están sufriendo en la sociedad informatizada de estos tiempos, cambios de cuyas consecuencias no somos todavía conscientes. Tanto en las sociedades civiles como en las religiosas, la autoridad tiene cada vez más poder para controlar e imponer un pensamiento único.

Los medios tecnológicos permiten hoy una centralización fuerte y eficaz. Se cuenta con dictámenes informatizados, es fácil la supervisión inmediata, las órdenes son instantáneas y universales. Al mismo tiempo, la autoridad se hace cada vez más invisible, los despachos últimos son inaccesibles, no se sabe exactamente de dónde parten las disposiciones.

Se tiende poco a poco a la supresión de todo diálogo real. Cada vez es más rara la comunicación para buscar juntos una solución común a problemas comunes. Cada vez es más difícil el debate y la discrepancia. Hay algunos que piensan y hablan por todos. No se puede pensar o decir nada diferente excepto en temas de importancia secundaria.

Sin embargo, es peligroso que la sociedad civil o religiosa se deje guiar ciegamente por los que detentan el poder. Es necesario más que nunca el diálogo, la mutua escucha, la luz que nace del contraste, la búsqueda común.

«Autoridad» es una palabra muy noble. Proviene del latín «augere» (hacer crecer) y, en sus inicios, indicaba la capacidad para hacer crecer a los demás, para hacerlos más adultos y más capaces de una vida digna. Hoy, por el contrario, significa casi siempre, «control», «poder», «gobierno», «imposición». Éste es tal vez nuestro infortunio: necesitamos personas con autoridad y sólo contamos con personas poderosas.

Jesús no gobernó sobre nadie. No impuso nada por la fuerza. Nunca utilizó el poder para controlar a sus seguidores. Jamás excluyó a nadie. Fue libre. Escuchaba a los mendigos ciegos y a los soldados extranjeros, se negaba a castigar a las adúlteras y pedía a Pedro «perdonar hasta setenta veces siete». Ponía vida en las personas, y sensatez y justicia en la sociedad. No ostentó ningún poder oficial pero, según las gentes, actuaba «como quien tiene autoridad».

Por eso, cuando Jesús envía a sus discípulos a evangelizar, Marcos nos dice que «les dio autoridad sobre los espíritus inmundos», es decir, les dio poder para liberar del mal, no para dominar y controlar a las personas.






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