Reflexión inspirada
en el evangelio según san Marcos 7,1-8.14-15.21-23
«Esas
maldades salen de dentro».
Hay algo que los hombres y mujeres de
hoy queremos ingenuamente olvidar una y otra vez. Sin una transformación
interior, sin un esfuerzo real de cambio de actitud, no es posible crear una
nueva sociedad.
Hemos de valorar, sin duda, muy
positivamente, todos los intentos de ayudar, ennoblecer y dignificar al hombre
desde fuera. Pero, las estructuras, las instituciones, los pactos y los
programas políticos no cambian ni mejoran automáticamente al hombre.
Es inútil lanzar consignas políticas de
cambio social si los que gobiernan el país, los que dirigen la vida pública y
todos los ciudadanos, en general, no hacemos esfuerzo personal alguno para
cambiar nuestras posturas. No hay ningún camino secreto que nos pueda conducir
a una transformación y mejora social, dispensándonos de una conversión
personal.
Los pecados colectivos, el deterioro
moral de nuestra sociedad, el mal encarnado en tantas estructuras e
instituciones, la injusticia presente en el funcionamiento de la vida social,
se deben concretamente a factores diversos, pero tienen, en definitiva, una
fuente y un origen último: el corazón de las personas.
La sabia advertencia de Jesús tiene
actualidad también hoy, en una sociedad tan compleja y organizada como la
nuestra. «Las maldades salen de dentro del hombre». Los robos, los homicidios,
los adulterios, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, la envidia, la
difamación, el orgullo, la frivolidad, que de tantas maneras toman cuerpo en
las costumbres, modas, instituciones y estructuras de nuestra sociedad, «salen
de dentro del corazón».
Es una grave equivocación pretender una
reconversión industrial justa, sin «reconvertir» nuestros corazones a posturas
de mayor justicia social con los más oprimidos por la crisis económica.
Es una ilusión falsa creer que vamos
camino de una sociedad más igualitaria y socializada, si apenas nadie parece
dispuesto a abandonar situaciones privilegiadas ni a compartir de verdad sus
bienes con las clases más necesitadas.
¿Pueden cambiar mucho las cosas si cada
uno de nosotros cambiamos tan poco?
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