Reflexión inspirada
en el evangelio según san Marcos 4,26-34
Se
parece a un hombre que echa simiente en la tierra.
No siempre somos conscientes de los
profundos cambios que se van produciendo en la conciencia del hombre
contemporáneo. Según diversos observadores estamos pasando de una «sociedad de
creencias» en que los individuos actuaban movidos por alguna fe que les proporcionaba
sentido, criterios y normas de vida, a una «sociedad de opiniones» en que cada
uno tiene su propio parecer sobre la vida, sin necesidad de fundamentarla en
ninguna tradición ni sistema religioso.
Las religiones van perdiendo la
autoridad que han tenido durante siglos. Se ponen en cuestión los sistemas de
valores que orientaban el comportamiento de las personas. Poco a poco se van
abandonando «las antiguas razones de vivir». Estamos viviendo una situación
inédita: los antiguos puntos de referencia no parecen servir de mucho, y los
nuevos no están todavía dibujados.
No es fácil medir las consecuencias de
todo esto. Olvidadas las grandes tradiciones religiosas y perdidos los marcos
de referencia, cada individuo se ve obligado a buscar por su cuenta razones
para vivir y dar sentido a su breve paso por este mundo. La pregunta es
inevitable: ¿en qué se cree cuando se deja de creer?, ¿desde dónde orienta su
vida quien abandona las «antiguas razones de vivir»?
El resultado no parece muy halagüeño.
Hay sin duda personas que aciertan a orientar su vida de manera noble y digna.
La mayoría, sin embargo, se va deslizando hacia la indiferencia, el
escepticismo y la vida mediocre. La crisis actual los está llevando poco a poco
hacia el desinterés, el olvido y el abandono de una fe que un día tuvo un
significado en sus vidas. No interesan ya las grandes cuestiones, menos aún los
ideales un poco nobles. Basta con vivir bien.
Jesús habla de una siembra misteriosa de
la Palabra de Dios en el corazón humano. Puede parecer que hay personas en cuyo
interior nadie puede sembrar hoy semilla alguna: las gentes no escuchan ya a
los predicadores; las nuevas generaciones no creen en las tradiciones. Sin
embargo, Dios sigue sembrando en las personas inquietud, esperanza y deseos de
vida más digna. Lo hace no tanto desde los predicadores, maestros y teólogos
sino, sobre todo, desde los testigos que viven su fe en Dios de manera
atractiva y hasta envidiable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario