Reflexión
inspirada en el evangelio según san Marcos 14-12-16. 22-26
Todos los cristianos lo sabemos. La
eucaristía dominical se puede convertir fácilmente en un "refugio
religioso" que nos protege de la vida conflictiva en la que nos movemos a
lo largo de la semana. Es tentador ir a misa para compartir una experiencia
religiosa que nos permite descansar de los problemas, tensiones y malas
noticias que nos presionan por todas partes.
A veces somos sensibles a lo que afecta
a la dignidad de la celebración, pero nos preocupa menos olvidarnos de las
exigencias que entraña celebrar la cena del Señor. Nos molesta que un sacerdote
no se atenga estrictamente a la normativa ritual, pero podemos seguir
celebrando rutinariamente la misa, sin escuchar las llamadas del Evangelio.
El riesgo siempre es el mismo: comulgar
con Cristo en lo íntimo del corazón, sin preocuparnos de comulgar con los
hermanos que sufren. Compartir el pan de la eucaristía e ignorar el hambre de
millones de hermanos privados de pan, de justicia y de futuro.
En los próximos años se pueden ir
agravando los efectos de la crisis mucho más de lo que nos temíamos. La cascada
de medidas que se dictan irán haciendo crecer entre nosotros una desigualdad
injusta. Iremos viendo cómo personas de nuestro entorno más o menos cercano se
van quedando a merced de un futuro incierto e imprevisible.
Conoceremos de cerca inmigrantes
privados de una asistencia sanitaria adecuada, enfermos sin saber cómo resolver
sus problemas de salud o medicación, familias obligadas a vivir de la caridad,
personas amenazadas por el desahucio, gente desasistida, jóvenes sin un futuro
nada claro... No lo podremos evitar. O endurecemos nuestros hábitos egoístas de
siempre o nos hacemos más solidarios.
La celebración de la eucaristía en medio
de esta sociedad en crisis puede ser un lugar para tomar conciencia.
Necesitamos liberarnos de una cultura individualista que nos ha acostumbrado a
vivir pensando solo en nuestros propios intereses, para aprender sencillamente
a ser más humanos. Toda la eucaristía está orientada a crear fraternidad.
No es normal escuchar todos los domingos
a lo largo del año el Evangelio de Jesús, sin reaccionar ante sus llamadas. No
podemos pedir al Padre "el pan nuestro de cada día" sin pensar en
aquellos que tienen dificultades para obtenerlo. No podemos comulgar con Jesús
sin hacernos más generosos y solidarios. No podemos darnos la paz unos a otros
sin estar dispuestos a tender una mano a quienes están más solos e indefensos
ante la crisis.
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