Reflexión inspirada en el evangelio según san Lucas 24, 35-48
Reír es propio de los seres humanos.
Ninguna otra criatura se ríe. La risa es la manifestación más expresiva de la
alegría interior. Algo que le nace de modo natural a quien vive disfrutando de
la vida. Junto con la sonrisa, puede manifestar el gozo y la jovialidad de
quien vive en paz consigo mismo, con los demás y con Dios.
La risa ha estado, sin embargo, muchas
veces bajo sospecha entre los cristianos. Reír era considerado, en algunas
tradiciones ascéticas, poco digno de la seriedad y gravedad que ha de
caracterizar a quien se relaciona con Dios (¡). Una manifestación excesivamente
mundana, más propia de personas de vida relajada que de cristianos de fe madura.
Sin embargo, siempre han quedado los exegetas sorprendidos de la frecuencia con
que la Biblia alude a la alegría en todos sus matices de gozo, paz interior,
exultación o júbilo.
Naturalmente hay muchos tipos de risa.
Todos conocemos la risa irónica y burlona que pone al otro en ridículo, la risa
sarcástica que hace daño, o la vengativa que hiere y destruye. La risa sana es
diferente. Nace de la alegría interior, relaja las tensiones y favorece la
libertad. Es risa benevolente que aproxima a las personas, crea confianza y
ayuda a vivir. Según S. Freud, el
humor es un «elemento liberador».
Hay también una risa propia del
creyente. Nace como respuesta gozosa al amor de Dios. Brota de la confianza
total y expresa compasión y cariño hacia toda criatura. P. Berger la llama
«risa redentora» (La risa redentora. La
dimensión cómica de la experiencia humana. Kairos, Barcelona 1999). Esta
risa hace la vida más saludable y llevadera. Es una victoria sobre el malhumor,
la impaciencia o el desaliento. No se ríen los fanáticos, los intolerantes o
amargados. Se ríen los que se enfrentan a la vida de manera sana y liberada.
Pascua ha sido desde antiguo un tiempo
de gozo intenso. Tertuliano lo llamaba «laetissimum
spatium», un espacio de tiempo lleno de inmensa alegría. Dos palabras
resumen el clima que el Resucitado crea con su presencia: gozo y paz. En el
evangelio de Lucas se llega a decir que los discípulos «no acaban de creer por la alegría». Una de dos: o el cristianismo
es demasiado grande y hermoso para ser creído o hemos de escuchar la invitación
paulina: «Estén siempre alegres en el
Señor. Se lo repito: estén alegres. El Señor está cerca» (Flp 4, 4-5).
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