LA PAZ
Reflexión inspirada en el evangelio según san Juan 20, 19-31
Paz a ustedes.
El máximo deseo del resucitado para
todos los hombres es la paz. Ese es el saludo que sale siempre de sus labios:
«la paz con ustedes».
La vida de los seres humanos está hecha
de conflictos. La historia de los pueblos es una historia de enfrentamientos y
guerras. La convivencia diaria está salpicada de agresividad.
La gran opción que hemos de hacer para
superar los conflictos es la de escoger entre los caminos del diálogo, la razón
y el mutuo entendimiento o los caminos de la violencia.
El hombre ha escogido casi siempre este
segundo camino. A lo largo de los siglos ha podido experimentar una y otra vez
el sufrimiento y la destrucción que se encierra en la violencia. Pero, a pesar
de ello, no ha sabido renunciar a ella. Y ni siquiera hoy que siente la amenaza
de la destrucción y el aniquilamiento local, parece capaz de detenerse en este
camino.
Jesús resucitado nos invita a buscar
otros caminos. Hemos de creer más en la eficacia del diálogo pacífico que en la
violencia destructora. Hemos de confiar más en los procedimientos humanos y
racionales que en las acciones bélicas. Hemos de buscar la humanización de los
conflictos y no su agudización.
Nos hemos acostumbrado demasiado a la
violencia, sin reparar en los daños actuales que produce y en el deterioro que
introduce para el futuro de nuestra convivencia.
Aun los que justifican la violencia,
tienen que reconocer que la violencia es un mal. La violencia daña al que la
padece y al que la produce. La violencia mata, golpea, aprisiona, secuestra,
manipula las mentes y los sentimientos, deforma los criterios morales, siembra
la división y el odio.
La violencia nos deshumaniza. Busca
imponerse, dominar y vencer, aunque sea atentando contra los derechos de las
personas y los pueblos. Los hombres no tenemos la vocación de vivir haciéndonos
daños unos a otros.
El que vive animado por el resucitado
busca la paz. Y busca la paz no solamente como un objetivo final a alcanzar,
sino como que busca la paz ahora mismo, utilizando procedimientos pacíficos,
caminos de diálogo y negociación.
El seguidor de Jesús no busca sólo
resolver a cualquier precio los conflictos. Busca también humanizarlos. Lucha
por la justicia, pero lo hace sin introducir nuevas injusticias y nuevas
violencias.
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