¿TEMOR
O ALEGRÍA?
Reflexión
inspirada en el evangelio según san Marcos 1, 14-20
… a proclamar el Evangelio de Dios.
Hoy el término «evangelio» hace pensar
espontáneamente en uno de los cuatro libros que recogen el mensaje y la
actuación de Jesús. No era así para las primeras generaciones cristianas que
conocían bien el significado de esta palabra griega: «buena noticia». En el
Nuevo Testamento se emplean expresiones como «el evangelio de Dios» (Pablo),
«el evangelio de Jesucristo» (Marcos) o «el evangelio del Reino» (Mateo) para
decir que el Dios del que habla Jesús es una «buena noticia», algo «nuevo y
bueno» para el ser humano.
Conozco a no pocas personas para las que
Dios no es algo bueno. Su religión se ha alimentado durante muchos años del
miedo a Dios. Oyen hablar de su misericordia infinita, pero no pueden
substraerse a un temor grande a la justicia divina. Tienen miedo a encontrarse
con Dios después de la muerte. No se atreven a confiar en su misericordia
frenados, tal vez, por la imagen de Dios que ha quedado en su conciencia.
Por eso, puede ser importante dar a
conocer el mensaje central de Teresa de Lisieux, declarada «doctora de la
Iglesia» por Juan Pablo II. Sorprende y conmueve la audacia de su confianza en
la misericordia infinita de Dios. «A través de ella —dice la santa— contemplo y
adoro las demás perfecciones divinas.., entonces todas se me presentan
radiantes de amor; incluso la justicia (y quizás ésta más aún que las demás) me
parece revestida de amor.»
Para Teresa de Lisieux, la «justicia de
Dios» no tiene nada que ver con los tribunales humanos. Es la justicia de
alguien que es amor y misericordia infinita. Por eso, la justicia de Dios que a
tantos espanta, constituye para ella motivo de alegría y de confianza.
Escuchemos sus palabras: «Yo sé que hay que estar muy puros para comparecer
ante el Dios de toda santidad, pero sé también que el Señor es infinitamente
justo. Y esta justicia, que asusta a tantas almas, es precisamente lo que
constituye el motivo de mi alegría y de mi confianza... Precisamente porque es
justo, es compasivo y misericordioso.., se acuerda de que somos barro.»
Teresa se alegra al pensar en la
justicia de Dios: «Qué alegría pensar que Dios es justo!, es decir, que tiene
en cuenta nuestras debilidades... Siendo así, ¿de qué voy a tener miedo? El
Dios infinitamente justo, que se dignó perdonar con tanta bondad todas las culpas
del hijo pródigo, ¿no va a ser justo también conmigo?»
Según el célebre escritor francés G.
Bernanos, la invitación de la santa de Lisieux a confiar totalmente en la
misericordia de Dios no es una receta más de «confitería devota», sino «uno de
los mensajes más misteriosos y urgentes que jamás haya recibido el mundo». El
mensaje del mismo Jesús olvidado muchas veces por los suyos.
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