OJOS NUEVOS
Reflexión inspirada en el evangelio según san Juan 9, 1-41
"Me trabajó los ojos y
empecé a ver"
El relato del ciego de Siloé está
estructurado desde la clave de un fuerte contraste. Los fariseos creen saberlo
todo. No dudan de nada. Imponen su verdad. Llegan incluso a expulsar de la
sinagoga al pobre ciego: «Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios».
«Sabemos que ese hombre que te ha curado, no guarda el sábado». «Sabemos que es
pecador».
Por el contrario, el mendigo curado por
Jesús no sabe nada. Sólo cuenta su experiencia a quien le quiera escuchar:
«Sólo sé que yo era ciego y ahora veo». «Ese hombre me trabajó los ojos y
empecé a ver». El relato concluye con esta advertencia final de Jesús: «Yo he
venido para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos».
A Jesús le daba miedo una religión
defendida por escribas seguros y arrogantes, que manejaban autoritariamente la
Palabra de Dios para imponerla, utilizarla como arma o excomulgar incluso a
quienes sentían de manera diferente. Temía a los doctores de la ley, más
preocupados por «guardar el sábado» que por «curar» a mendigos enfermos. Le
parecía una tragedia una religión con «guías ciegos» y lo decía abiertamente:
«Si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán al hoyo».
Teólogos, predicadores, catequistas y
educadores que pretendemos «guiar» a otros sin habernos dejado, tal vez, iluminar
nosotros mismos por Jesús, ¿no hemos de escuchar su interpelación? ¿Vamos a
seguir repitiendo incansablemente nuestras doctrinas sin vivir una experiencia
personal de encuentro con Jesús que nos abra los ojos y el corazón?
Nuestra Iglesia no necesita hoy
predicadores que llenen las iglesias de palabrería, sino testigos que
contagien, aunque sea de manera imperfecta, su pequeña experiencia del
Evangelio.
No necesitamos fanáticos que defiendan
«verdades» de manera autoritaria y con lenguaje vacío, hecho de tópicos y
frases hechas. Necesitamos creyentes de verdad, atentos a la vida y sensibles a
los problemas de la gente, buscadores de Dios capaces de escuchar y acompañar
con respeto a tantos hombres y mujeres que sufren, buscan y no aciertan a vivir
de manera más humana ni más creyente.
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