Reflexión inspirada en el evangelio según san Mateo 4, 1-11
Vete
Satanás.
La primera tentación acontece en el
«desierto». Después de un largo ayuno entregado al encuentro con Dios, Jesús
siente hambre. Es entonces cuando el tentador le sugiere actuar pensando en sí
mismo y olvidando el proyecto de Dios: «Si eres Hijo de Dios di que estas
piedras se conviertan en pan». Jesús, desfallecido pero lleno del Espíritu de
Dios, reacciona: «No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale
de Dios». No vivirá buscando su propio interés. No será un Mesías egoísta.
Multiplicará panes cuando vea pasar hambre a los pobres. Él se alimentará de la
Palabra viva de Dios.
Siempre que la Iglesia busca su propio
interés, olvidando el proyecto del reino de Dios, se desvía de Jesús. Siempre
que los cristianos anteponemos nuestro bienestar a las necesidades de los
últimos, nos alejamos de Jesús.
La segunda tentación se produce en el
«templo». El tentador propone a Jesús hacer su entrada triunfal en la ciudad
santa, descendiendo de lo alto como Mesías glorioso. La protección de Dios está
asegurada. Sus ángeles «cuidarán» de él. Jesús reacciona rápido: «No tentarás
al Señor tu Dios». No será un Mesías triunfador. No pondrá a Dios al servicio
de su gloria. No hará «señales del cielo». Sólo signos para curar enfermos.
Siempre que la Iglesia pone a Dios al
servicio de su propia gloria y «desciende de lo alto» para mostrar su propia dignidad,
se desvía de Jesús. Cuando los seguidores de Jesús buscamos «quedar bien» más
que «hacer el bien», nos alejamos de él.
La tercera tentación sucede en una
«montaña altísima». Desde ella se divisan todos los reinos del mundo. Todos
están controlados por Satanás, que hace a Jesús una oferta asombrosa: le dará
todo el poder del mundo. Sólo una condición: «si te postras y me adoras». Jesús
reacciona violentamente: «Vete, Satanás». «Sólo al Señor tu Dios adorarás».
Dios no lo llama a dominar el mundo como el emperador de Roma, sino a servir a
quienes viven oprimidos. No será un Mesías dominador sino servidor. El reino de
Dios no se impone con poder, se ofrece con amor.
La Iglesia tiene que ahuyentar hoy todas
las tentaciones de poder, gloria o dominación, gritando con Jesús «Vete,
Satanás». El poder mundano es una oferta diabólica. Cuando los cristianos lo
buscamos, nos alejamos de Jesús.
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