Reflexión
inspirada en el evangelio según san Lucas 21,5-19
“Con vuestra perseverancia...”
¿Desaparecerá un día lo que los hombres
van construyendo con tanto esfuerzo, sudor y luchas? Los científicos no tienen
la menor duda: la especie humana, el planeta Tierra, el sistema solar y las
galaxias no existirán para siempre. Se discute si será por exceso de calor o de
frío, pero un día todo terminará. La lejanía de este final no impide que nazcan
en nosotros preguntas nada frívolas. Si esto es realmente así, ¿qué será de
nuestra vida?, ¿cuál es el destino de la Humanidad?, ¿qué decir de ese Dios al que
buscan e invocan las diferentes religiones?
Mientras tanto, en las sociedades
modernas de Occidente, asentadas en el bienestar, no se quiere pensar en final
alguno. Se vive por lo general desde una sensación de seguridad inamovible. A
pesar de todos los conflictos y tragedias, el mundo siempre irá mejorando. No
es imaginable la destrucción, sólo el progreso. Hablar del «fin del mundo» es
cosa de pesimistas impenitentes o de visionarios apocalípticos.
Basta, sin embargo, un atentado
terrorista como el del 11 de septiembre para que el mundo entero enmudezca y
todo se tambalee. Ni el poder de los poderosos es tan poderoso ni la seguridad
del progreso es tan indiscutible. De pronto parece que se nos desvela un poco
más la inconsistencia del ser humano, su incapacidad para construir un mundo
más digno y su impotencia para salvarse a sí mismo.
Se dice que «algo nuevo» ha comenzado.
No parece que sea para mejor. Seguimos esclavos del viejo y perverso mecanismo
de la «acción y reacción». Se justifica una vez más la guerra que mata a nuevos
inocentes y no se piensa en dar un nuevo rumbo a la política mundial. De nuevo
habrá victoria de los ganadores, pero no habrá ni más paz ni más justicia en el
mundo. En las sociedades del bienestar «todo volverá a ir bien», pero en el
mundo cincuenta millones de personas seguirán muriendo de hambre.
Las palabras de Jesús recogidas en lo
que se llama «el apocalipsis sinóptico» son de un realismo sorprendente: la
historia estará tejida de guerras, odios, hambres y muertes, y después llegará
un día el Fin. Sin embargo, su mensaje es de una confianza increíble: hay que
seguir buscando el reino de Dios y su justicia, hay que trabajar por un «hombre
nuevo», hay que seguir creyendo en el amor. “Gracias a la constancia salvarán
sus vidas”.
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