Reflexión inspirada en el evangelio según san Lucas 20,27-38
“Un Dios de vivos.”
«Dios es amigo de la vida». Ésta era una
de las convicciones básicas de Jesús. Por eso, discutiendo un día con un grupo
de saduceos que negaban la resurrección, les confesó claramente su fe: «Dios no
es Dios de muertos sino de vivos».
Jesús no se podía ni imaginar que a Dios
se le vayan muriendo sus criaturas; que, después de unos años de vida, la
muerte le vaya dejando sin sus hijos e hijas queridos. No es posible. Dios es
fuente inagotable de vida. Dios crea a los vivientes, los cuida, los defiende,
se compadece de ellos y rescata su vida del pecado y de la muerte.
Jesús no leyó nunca el libro de la
Sabiduría, escrito hacia el año 50 a.C. en Alejandría, pero su manera de actuar
con los pecadores y su mensaje acerca de Dios recuerdan una página inolvidable
de este sabio judío que escribe así: «Tú te compadeces de todos porque lo
puedes todo; cierras los ojos a los pecados de los hombres para que se
arrepientan. Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que has hecho; si
hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. ¿Cómo conservarían su
existencia si tú no los hubieras creado? Pero tú perdonas a todos porque son
tuyos, Señor amigo de la vida».
Dios es amigo de la vida. Por eso se
compadece de todos los que no saben o no pueden vivir de manera digna. Llega
incluso a «cerrar los ojos» a los pecados de los hombres para que descubran de
nuevo el camino de la vida. No aborrece nada de lo que ha creado. Ama a todos
los seres; de lo contrario, no los hubiera hecho. Perdona a todos, se compadece
de todos, quiere la vida de todos, porque todos son suyos.
¿Cómo no amamos con más pasión la
creación entera? ¿Por qué no cuidamos y defendemos con más fuerza la vida de
todos los seres de tanta depredación y agresión? ¿Por qué no nos compadecemos
de tantos «excluidos» para los que este mundo no es su casa? ¿Cómo podemos
seguir pensando que nuestro bienestar es más importante que la vida de tantos
hombres y mujeres que se sienten extraños y sin sitio en esta tierra creada por
Dios para ellos?
Es increíble que no captemos lo absurdo
de nuestra religión cuando cantamos al Creador y Resucitador de la vida y, al
mismo tiempo, contribuimos a generar hambre, sufrimiento y degradación en sus
criaturas.
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