Reflexión inspirada
en el Evangelio según san Lucas 24, 35-48
“Entonces les abrió el entendimiento”
No es fácil creer en Jesús resucitado.
En última instancia es algo que sólo puede ser captado y comprendido desde la
fe que el mismo Jesús despierta en nosotros. Si no experimentamos nunca «por
dentro» la paz y la alegría que Jesús infunde, es difícil que encontremos «por
fuera» pruebas de su resurrección.
Algo de esto nos viene a decir Lucas al
describirnos el encuentro de Jesús resucitado con el grupo de discípulos. Entre
ellos hay de todo. Dos discípulos están contando cómo lo han reconocido al
cenar con él en Emaús. Pedro dice que se le ha aparecido. La mayoría no ha
tenido todavía ninguna experiencia. No saben qué pensar.
Entonces «Jesús se presenta en medio de
ellos y les dice: “Paz a ustedes”». Lo primero para despertar nuestra fe en
Jesús resucitado es poder intuir, también hoy, su presencia en medio de
nosotros, y hacer circular en nuestros grupos, comunidades y parroquias la paz,
la alegría y la seguridad que da el saberlo vivo, acompañándonos de cerca en
estos tiempos nada fáciles para la fe.
El relato de Lucas es muy realista. La
presencia de Jesús no transforma de manera mágica a los discípulos. Algunos se
asustan y «creen que están viendo un fantasma». En el interior de otros «surgen
dudas» de todo tipo. Hay quienes «no lo acaban de creer por la alegría». Otros
siguen «atónitos».
Así sucede también hoy. La fe en Cristo
resucitado no nace de manera automática y segura en nosotros. Se va despertando
en nuestro corazón de forma frágil y humilde. Al comienzo, es casi sólo un
deseo. De ordinario, crece rodeada de dudas e interrogantes: ¿será posible que
sea verdad algo tan grande?
Según el relato, Jesús se queda, come
entre ellos, y se dedica a «abrirles el entendimiento» para que puedan
comprender lo que ha sucedido. Quiere que se conviertan en «testigos», que
puedan hablar desde su experiencia, y predicar no de cualquier manera, sino «en
su nombre».
Creer en el Resucitado no es cuestión de
un día. Es un proceso que, a veces, puede durar años. Lo importante es nuestra
actitud interior. Confiar siempre en Jesús. Hacerle mucho más sitio en cada uno
de nosotros y en nuestras comunidades cristianas.
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