Reflexión inspirada en el evangelio
según san Juan 10, 11-18
Cuando entre los primeros cristianos
comenzaron los conflictos y disensiones entre grupos y líderes diferentes,
alguien sintió la necesidad de recordar que, en la comunidad de Jesús, sólo él
es el Pastor bueno. No un pastor más, sino el auténtico, el verdadero, el
modelo a seguir por todos.
Esta bella imagen de Jesús, Pastor
bueno, es una llamada a la conversión, dirigida a quienes pueden reivindicar el
título de «pastores» en la comunidad cristiana. El pastor que se parece a
Jesús, sólo piensa en sus ovejas, no «huye» ante los problemas, no las
«abandona». Al contrario, está junto a ellas, las defiende, se desvive por
ellas, «expone su vida» buscando su bien.
Al mismo tiempo, esta imagen es una
llamada a la comunión fraterna entre todos. El Buen Pastor «conoce» a sus
ovejas y las ovejas le «conocen» a él. Sólo desde esta cercanía estrecha, desde
este conocimiento mutuo y esta comunión de corazón, el Buen Pastor comparte su
vida con las ovejas. Hacia esta comunión y mutuo conocimiento hemos de caminar
también hoy en la Iglesia.
En estos momentos no fáciles para la fe,
necesitamos como nunca aunar fuerzas, buscar juntos criterios evangélicos y
líneas maestras de actuación para saber en qué dirección hemos de caminar de
manera creativa hacia el futuro.
Sin embargo, no es esto lo que está
sucediendo. Se hacen algunas llamadas convencionales a vivir en comunión, pero
no estamos dando pasos para crear un clima de escucha mutua y diálogo. Al
contrario, crecen las descalificaciones y disensiones entre obispos y teólogos;
entre teólogos de diferentes tendencias; entre movimientos y comunidades de
diverso signo; entre grupos y «blogs» de todo género…
Pero, tal vez, lo más triste es ver cómo
sigue creciendo el distanciamiento entre la jerarquía y el pueblo cristiano. Se
diría que viven dos mundos diferentes. En muchos lugares los «pastores» y las
«ovejas» apenas se conocen. A muchos obispos no les resulta fácil sintonizar
con las necesidades reales de los creyentes, para ofrecerles la orientación y
el aliento que necesitan. A muchos fieles les resulta difícil sentir afecto e
interés hacia unos pastores a los que ven alejados de sus problemas.
Sólo creyentes, llenos del Espíritu del
Buen Pastor, pueden ayudarnos a crear el clima de acercamiento, mutua escucha,
respeto recíproco y diálogo humilde que tanto necesitamos.
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