Reflexión
inspirada en el evangelio según san Juan 20, 19-31
Y
no seas incrédulo, sino creyente.
Los discípulos han llegado a la fe en el
Resucitado desde su propia experiencia. Pero, ¿con qué experiencias podemos
contar nosotros para agregarnos a la fe de los primeros creyentes?
Ciertamente, el testimonio de los
primeros testigos no basta. Cada uno debemos recorrer nuestro propio itinerario
hacia el encuentro con el Resucitado.
La equivocación de Tomas no está en
pretender su propia experiencia pascual, sino en querer verificar la «realidad»
del Resucitado con sus manos y sus ojos. No es la verificación científica la
que lleva al encuentro con el Resucitado, sino la experiencia de fe.
Pero, ¿cuál puede ser hoy nuestra
experiencia del Resucitado? ¿Dónde y cómo vivir la fe en la resurrección, sin
reducirla a un mero convencimiento teórico e inoperante? ¿Cómo y cuando se hace
presente la fuerza del Resucitado en la vida y la actuación de los creyentes?
Antes que nada, hemos de decir que la
resurrección se vive y se hace presente donde se lucha por la vida y se combate
contra la muerte. Donde se liberan las fuerzas de la vida y donde se lucha
contra todo lo que deshumaniza y mata al hombre.
Creer hoy en la resurrección es
comprometerse por una vida más humana, más plena, más feliz. «La resurrección
se hace presente y se manifiesta allí donde se lucha y hasta se muere por
evitar la muerte que está a nuestro alcance, y por suprimir el sufrimiento que
se puede evitar» (J. M. Castillo).
Quien a pesar de fracasos, frustraciones
y sufrimientos, lucha incansablemente por todo aquello por lo que luchó Jesús,
está caminando con él hacia la vida.
Creemos en el gesto resucitador de Dios
cuando darnos vida a los crucificados, cuando damos vida a quienes están
amenazados en su dignidad y en su vida misma. Vivir como resucitados es vivir
como servidores, buscando la vida y la justicia por la que Jesús vivió y murió.
A partir de la resurrección, los
primeros creyentes confesaron a Jesús como Señor. Pero esto no es una pura
afirmación teórica. Se trata más bien dé hacer que Jesús sea realmente Señor de
la historia y de la vida.
Pero, entendámoslo bien. El señorío de
Jesús resucitado no significa solamente que Cristo sea reconocido por los
creyentes, sino que seamos servidores como él lo fue. «El reino de Cristo se
hace real en la medida en que hay servidores como él lo fue» (J. Sobrino).
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