“Se
volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.”
Reflexión inspirada en el evangelio según san Lucas 2, 22-40
Hoy se habla mucho de la crisis de la
institución familiar. Ciertamente la crisis es grave. Pero no es lícito ser
catastrofistas. Aunque estamos siendo testigos de una verdadera revolución en
la conducta familiar, y muchos han predicado la muerte de diversas formas
tradicionales de familia, nadie anuncia hoy seriamente la desaparición de la
familia.
Al contrario, la historia parece
enseñarnos que en los tiempos difíciles se estrechan más los vínculos
familiares. La abundancia separa a los hombres. La crisis y la penuria los une.
Ante el presentimiento de que vamos a vivir tiempos difíciles, son bastantes
los que presagian un nuevo renacer de la familia.
Con frecuencia, el deseo sincero de
muchos cristianos de imitar a la sagrada familia de Nazaret ha favorecido el
ideal de una familia cimentada en la armonía y la felicidad del propio hogar.
Sin duda, es necesario también hoy promover la autoridad y responsabilidad de
los padres, la obediencia de los hijos, el diálogo y la solidaridad familiar.
Sin estos valores la familia fracasará.
Pero no cualquier familia responde a las
exigencias del reino de Dios planteadas por Jesús. Hay familias abiertas al
servicio de la sociedad, y familias egoístamente replegadas sobre sí mismas.
Familias autoritarias y familias de talante dialogal. Familias que educan en el
egoísmo y familias que enseñan solidaridad.
Concretamente, en contexto de crisis
económica, la familia puede ser una escuela de insolidaridad en la que el
egoísmo familiar, se convierte en virtud y criterio de actuación que
configurará el comportamiento social de los hijos. Y puede ser, por el
contrario, un lugar en el que el hijo o la hija pueden recordar que todos
tenemos un Padre común, y que el mundo no se acaba en las paredes de la propia
casa.
Por eso, no podemos celebrar
responsablemente la fiesta de la Sagrada Familia, sin escuchar el reto de
nuestra fe. ¿Serán nuestros hogares un lugar donde las nuevas generaciones
escucharán la llamada del evangelio a la fraternidad universal, la defensa de
los abandonados, y la búsqueda de una sociedad más justa, o se convertirán en
la escuela más eficaz de insolidaridad, inhibición y pasividad egoísta ante los
problemas ajenos?
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