Reflexión
inspirada en el Evangelio según san Marcos 1, 7-11
Los primeros cristianos vivían
convencidos de que para seguir a Jesús es insuficiente un bautismo de agua o un
rito parecido. Es necesario vivir empapados de su Espíritu Santo. Por eso en
los evangelios se recogen de diversas maneras estas palabras del Bautista: «Yo los
he bautizado con agua, pero él (Jesús) los bautizará con Espíritu Santo».
No es extraño que en los momentos de
crisis recordaran de manera especial la necesidad de vivir guiados, sostenidos
y fortalecidos por su Espíritu. El Apocalipsis, escrito en los momentos
críticos que vive la Iglesia bajo el emperador Domiciano, repite una y otra vez
a los cristianos: «El que tenga oídos, que escuche lo que el Espíritu dice a
las Iglesias».
La mutación cultural sin precedentes que
estamos viviendo, nos está pidiendo hoy a los cristianos una fidelidad sin precedentes
al Espíritu de Jesús. Antes de pensar en estrategias y recetas automáticas ante
la crisis, hemos de preguntarnos cómo estamos acogiendo hoy nosotros el
Espíritu de Jesús.
En vez de lamentarnos una y otra vez de
la secularización creciente, hemos de preguntarnos qué caminos nuevos anda
buscando hoy Dios para encontrarse con los hombres y mujeres de nuestro tiempo;
cómo hemos de renovar nuestra manera de pensar, de decir y de vivir la fe para
que su Palabra pueda llegar hasta los interrogantes, las dudas y los miedos que
brotan en su corazón.
Antes de elaborar proyectos pensados
hasta sus últimos detalles, necesitamos transformar nuestra mirada, nuestra
actitud y nuestra relación con el mundo de hoy. Necesitamos parecernos más a
Jesús. Dejarnos trabajar por su Espíritu. Sólo Jesús puede darle a la Iglesia
un rostro nuevo.
El Espíritu de Jesús sigue vivo y
operante también hoy en el corazón de las personas, aunque nosotros ni nos
preguntemos cómo se relaciona con quienes se han alejado definitivamente de la
Iglesia. Ha llegado el momento de aprender a ser la «Iglesia de Jesús» para
todos, y esto sólo él nos lo puede enseñar.
No hemos de hablar sólo en términos de
crisis. Se están creando unas condiciones en las que lo esencial del evangelio
puede resonar de manera nueva. Una Iglesia más frágil, débil y humilde puede
hacer que el Espíritu de Jesús sea entendido y acogido con más verdad.
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