Reflexión
inspirada en el evangelio según san Mateo 20, 1-16
Jesús había hablado a sus discípulos con
claridad: "Buscad el reino de Dios y su justicia". Para él esto era
lo esencial. Sin embargo, no le veían buscar esa justicia de Dios cumpliendo
las leyes y tradiciones de Israel como otros maestros. Incluso en cierta
ocasión les hizo una grave advertencia: "Si vuestra justicia no es mayor
que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de Dios".
¿Cómo entendía Jesús la justicia de Dios?
La parábola que les contó los dejó
desconcertados. El dueño de una viña salió repetidamente a la plaza del pueblo
a contratar obreros. No quería ver a nadie sin trabajo. El primer grupo trabajó
duramente doce horas. Los últimos en llegar sólo trabajaron sesenta minutos.
Sin embargo, al final de la jornada, el
dueño ordena que todos reciban un denario: ninguna familia se quedará sin cenar
esa noche. La decisión sorprende a todos. ¿Cómo calificar la actuación de este
señor que ofrece una recompensa igual por un trabajo tan desigual? ¿No es
razonable la protesta de quienes han trabajado durante toda la jornada?
Estos obreros reciben el denario
estipulado, pero al ver el trato tan generoso que han recibido los últimos, se
sienten con derecho a exigir más. No aceptan la igualdad. Esta es su queja:
«los has tratado igual que a nosotros». El dueño de la viña responde con estas
palabras al portavoz del grupo: «¿Va ser tu ojo malo porque yo soy bueno?».
Esta frase recoge la enseñanza principal de la parábola.
Según Jesús, hay una mirada mala,
enferma y dañosa, que nos impide captar la bondad de Dios y alegrarnos con su
misericordia infinita hacia todos. Nos resistimos a creer que la justicia de
Dios consiste precisamente en tratarnos con un amor que está por encima de
todos nuestros cálculos.
Esta es la Gran Noticia revelada por
Jesús, lo que nunca hubiéramos sospechado y lo que tanto necesitábamos oír. Que
nadie se presente ante Dios con méritos o derechos adquiridos. Todos somos
acogidos y salvados, no por nuestros esfuerzos sino por su misericordia
insondable.
A Jesús le preocupaba que sus discípulos
vivieran con una mirada incapaz de creer en esa Bondad. En cierta ocasión les
dijo así: "Si tu ojo es malo, toda tu persona estará a oscuras. Y si la luz
que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!". Los cristianos lo
hemos olvidado. ¡Qué luz penetraría en la Iglesia si nos atreviéramos a creer
en la Bondad de Dios sin recortarla con nuestra mirada enferma! ¡Qué alegría
inundaría los corazones creyentes! ¡Con qué fuerza seguiríamos a Jesús!
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