Reflexión
inspirada en el evangelio según san Mateo 21, 28-32
Jesús lleva unos días en Jerusalén
moviéndose en los alrededores del templo. No encuentra por las calles la
acogida amistosa de las aldeas de Galilea. Los dirigentes religiosos que se
cruzan en su camino tratan de desautorizarlo ante la gente sencilla de la
capital. No descansarán hasta enviarlo a la cruz.
Jesús no pierde la paz. Con paciencia
incansable sigue llamándolos a la conversión. Les cuenta una anécdota sencilla
que se le acaba de ocurrir al verlos: la conversación de un padre que pide a
sus dos hijos que vayan a trabajar a la viña de la familia.
El primero rechaza al padre con una
negativa tajante: «No quiero». No le da explicación alguna. Sencillamente no le
da la gana. Sin embargo, más tarde reflexiona, se da cuenta de que está
rechazando a su padre y, arrepentido, va a la viña.
El segundo atiende amablemente la
petición de su padre: «Voy, señor». Parece dispuesto a cumplir sus deseos, pero
pronto se olvida de lo que ha dicho. No vuelve a pensar en su padre. Todo queda
en palabras. No va a la viña.
Por si no han entendido su mensaje,
Jesús dirigiéndose a «los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo», les
aplica de manera directa y provocativa la parábola: «Les aseguro que los
publicanos y las prostitutas les llevan la delantera en el camino del reino de
Dios». Quiere que reconozcan su resistencia a entrar en el proyecto del Padre.
Ellos son los "profesionales"
de la religión: los que han dicho un gran "sí" al Dios del templo,
los especialistas del culto, los guardianes de la ley. No sienten necesidad de
convertirse. Por eso, cuando ha venido el profeta Juan a preparar los caminos a
Dios, le han dicho "no"; cuando ha llegado Jesús invitándolos a
entrar en su reino, siguen diciendo "no".
Por el contrario, los publicanos y las
prostitutas son los "profesionales del pecado": los que han dicho un
gran "no" al Dios de la religión; los que se han colocado fuera de la
ley y del culto santo. Sin embargo, su corazón se ha mantenido abierto a la
conversión. Cuando ha venido Juan han creído en él; al llegar Jesús lo han
acogido.
La religión no siempre conduce a hacer
la voluntad del Padre. Nos podemos sentir seguros en el cumplimiento de
nuestros deberes religiosos y acostumbrarnos a pensar que nosotros no
necesitamos convertirnos ni cambiar. Son los alejados de la religión los que
han de hacerlo.
Por eso es tan peligrosa la piedad religiosa que no es acompañada por la
escucha del Evangelio. Lo dijo Jesús: "No todo el
que me diga "Señor", "Señor" entrará en el reino de Dios,
sino el que haga la voluntad de mi Padre del cielo".
PROGRAMA RADIAL DOMINICAL EN RADIO POLAR DE PUNTA ARENAS
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