Reflexión inspirada en el evangelio según san Lucas 4,1-13
Era tentado por el diablo.
Según los evangelios, las tentaciones
experimentadas por Jesús no son propiamente de orden moral. Son planteamientos
en los que se le proponen maneras falsas de entender y vivir su misión. Por
eso, su reacción nos sirve de modelo para nuestro comportamiento moral, pero,
sobre todo, nos alerta para no desviarnos de la misión que Jesús ha confiado a
sus seguidores.
Antes que nada, sus tentaciones nos
ayudan a identificar con más lucidez y responsabilidad las que puede
experimentar hoy su Iglesia y quienes la formamos. ¿Cómo seremos una Iglesia
fiel a Jesús si no somos conscientes de las tentaciones más peligrosas que nos
pueden desviar hoy de su proyecto y estilo de vida?
En la primera tentación, Jesús renuncia
a utilizar a Dios para «convertir» las piedras en panes y saciar así su hambre.
No seguirá ese camino. No vivirá buscando su propio interés. No utilizará al
Padre de manera egoísta. Se alimentará de la Palabra viva de Dios, solo
«multiplicará» los panes para alimentar el hambre de la gente.
Esta es probablemente la tentación más
grave de los cristianos de los países ricos: utilizar la religión para
completar nuestro bienestar material, tranquilizar nuestras conciencias y
vaciar nuestro cristianismo de compasión, viviendo sordos a la voz de Dios que
nos sigue gritando ¿dónde están vuestros hermanos?
En la segunda tentación, Jesús renuncia
a obtener «poder y gloria» a condición de someterse como todos los poderosos a
los abusos, mentiras e injusticias en que se apoya el poder inspirado por el
«diablo». El reino de Dios no se impone, se ofrece con amor, solo adorará al
Dios de los pobres, débiles e indefensos.
En estos tiempos de pérdida de poder
social es tentador para la Iglesia tratar de recuperar el «poder y la gloria»
de otros tiempos pretendiendo incluso un poder absoluto sobre la sociedad.
Estamos perdiendo una oportunidad histórica para entrar por un camino nuevo de
servicio humilde y de acompañamiento fraterno al hombre y a la mujer de hoy,
tan necesitados de amor y de esperanza.
En la tercera tentación, Jesús renuncia
a cumplir su misión recurriendo al éxito fácil y la ostentación. No será un
Mesías triunfalista. Nunca pondrá a Dios al servicio de su vanagloria. Estará
entre los suyos como el que sirve.
Siempre será tentador para algunos
utilizar el espacio religioso para buscar reputación, renombre y prestigio.
Pocas cosas son más ridículas en el seguimiento a Jesús que la ostentación y la
búsqueda de honores. Hacen daño a la Iglesia y la vacían de verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario