Reflexión inspirada en el evangelio según san Lucas 6,39-45
De la
bondad que atesora en su corazón, saca el bien.
«En tu interior está el germen de lo
auténtico.» Así se podría formular una de las líneas de fuerza del mensaje de
Jesús. En medio de la sociedad judía, supeditada a las leyes de lo puro y lo
impuro, lo sacro y lo profano, Jesús introduce un principio revolucionario para
aquellas mentes: «Nada que entre de fuera hace impuro al hombre; lo que sale de
dentro es lo que le hace impuro.»
El pensamiento de Jesús es claro: el
hombre auténtico se construye desde dentro. Es la conciencia la que ha de
orientar y dirigir la vida de la persona. Lo decisivo es el «corazón», ese
lugar secreto e íntimo de nuestra libertad donde no nos podemos engañar a
nosotros mismos. Según ese «despertador de conciencias» que es Jesús, ahí se
juega lo mejor y lo peor de nuestra existencia.
Las consecuencias son palpables. Las
leyes nunca han de reemplazar la voz de la conciencia. Jesús no viene a abolir
la Ley, pero sí a superarla y desbordarla desde el «corazón». No se trata de
vivir cínicamente al margen de la ley, pero sí de humanizar las leyes viviendo
del espíritu hacia el que apuntan cuando son rectas. Vivir honestamente el amor
a Dios y al hermano puede llevar a una «ilegalidad» más humana que la que
propugnan ciertas leyes.
Lo mismo sucede con los ritos. Jesús
siente un santo horror hacia lo que es falso, teatral o postizo. Una de las
frases bíblicas más citadas por Jesús es ésta del profeta Isaías: «Este pueblo
me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan
está vacío.» Lo que Dios quiere es amor y no cánticos y sacrificios. Lo mismo
pasa con las costumbres, tradiciones, modas y prácticas sociales o religiosas.
Lo importante, según Jesús, es la limpieza del corazón, el «aseo interior».
El mensaje de Jesús tiene hoy tal vez
más actualidad que nunca en una sociedad donde se vive una vida programada
desde fuera y donde los individuos son víctimas de toda clase de modas y
consignas. Es necesario «interiorizar la vida» para hacernos más humanos.
Podemos adornar al hombre con cultura e información; podemos hacer crecer su
poder con ciencia y técnica. Si su interior no es más limpio y su corazón no es
capaz de amar más, su futuro no será más humano. «El que es bueno, de la bondad
que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal.»
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