Reflexión inspirada en el evangelio según san Lucas 3,15-16.
21-22
El Bautista no
permite que la gente lo confunda con el Mesías. Conoce sus límites y los
reconoce. Hay alguien más fuerte y decisivo que él. El único al que el pueblo
ha de acoger. La razón es clara. El Bautista les ofrece un bautismo de agua.
Solo Jesús, el Mesías, los "bautizará con el Espíritu Santo y con
fuego".
A juicio de no
pocos observadores, el mayor problema de la Iglesia es hoy "la mediocridad
espiritual". La Iglesia no posee el vigor espiritual que necesita para
enfrentarse a los retos del momento actual. Cada vez es más patente.
Necesitamos ser bautizados por Jesús con su fuego y su Espíritu.
En no pocos
cristianos está creciendo el miedo a todo lo que pueda llevarnos a una
renovación. Se insiste mucho en la continuidad para conservar el pasado, pero
no nos preocupamos de escuchar las llamadas del Espíritu para preparar el
futuro. Poco a poco nos estamos quedando ciegos para leer los "signos de
los tiempos".
Se da primacía a
certezas y creencias para robustecer la fe y lograr una mayor cohesión eclesial
frente a la sociedad moderna, pero con frecuencia no se cultiva la adhesión
viva a Jesús. ¿Se nos ha olvidado que él es más fuerte que todos nosotros? La
doctrina religiosa, expuesta casi siempre con categorías premodernas, no toca
los corazones ni convierte nuestras vidas.
Abandonado el
aliento renovador del Concilio, se ha ido apagando la alegría en sectores
importantes del pueblo cristiano, para dar paso a la resignación. De manera
callada pero palpable va creciendo el desafecto y la separación entre la
institución eclesial y no pocos cristianos.
Es urgente crear
cuanto antes un clima más amable y cordial. Cualquiera no podrá despertar en el
pueblo sencillo la ilusión perdida. Necesitamos volver a las raíces de nuestra
fe. Ponernos en contacto con el Evangelio. Alimentarnos de las palabras de
Jesús que son "espíritu y vida".
Dentro de unos
años, nuestras comunidades cristianas serán muy pequeñas. En muchas parroquias
no habrá ya presbíteros de forma permanente. Qué importante es cuidar desde
ahora un núcleo de creyentes en torno al Evangelio. Ellos mantendrán vivo el
Espíritu de Jesús entre nosotros. Todo será más humilde, pero también más
evangélico.
A nosotros se
nos pide iniciar ya la reacción. Lo mejor que podemos dejar en herencia a las
futuras
generaciones es un amor nuevo a Jesús y una fe más centrada en su persona y su proyecto. Lo demás es más secundario. Si viven desde el Espíritu de Jesús, encontrarán caminos nuevos.
generaciones es un amor nuevo a Jesús y una fe más centrada en su persona y su proyecto. Lo demás es más secundario. Si viven desde el Espíritu de Jesús, encontrarán caminos nuevos.
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