CON
LOS CRUCIFICADOS
El mundo está lleno de iglesias
cristianas presididas por la imagen del Crucificado y está lleno también de
personas que sufren, crucificadas por la desgracia, las injusticias y el
olvido: enfermos privados de cuidado, mujeres maltratadas, ancianos ignorados,
niños y niñas violados, emigrantes sin papeles ni futuro. Y gente, mucha gente
hundida en el hambre y la miseria.
Es difícil imaginar un símbolo más
cargado de esperanza que esa cruz plantada por los cristianos en todas partes:
«memoria» conmovedora de un Dios crucificado y recuerdo permanente de su
identificación con todos los inocentes que sufren de manera injusta en nuestro
mundo.
Esa cruz, levantada entre nuestras
cruces, nos recuerda que Dios sufre con nosotros. A Dios le duele el hambre de
los niños de Siria, sufre con los asesinados y torturados de Sudán, llora con
las mujeres maltratadas día a día en su hogar. No sabemos explicarnos la raíz
última de tanto mal. Y, aunque lo supiéramos, no nos serviría de mucho. Sólo
sabemos que Dios sufre con nosotros y esto lo cambia todo.
Pero los símbolos más sublimes pueden
quedar pervertidos si no sabemos redescubrir una y otra vez su verdadero
contenido. ¿Qué significa la imagen del Crucificado, tan presente entre
nosotros, si no sabemos ver marcados en su rostro el sufrimiento, la soledad,
el dolor, la tortura y desolación de tantos hijos e hijas de Dios?
¿Qué sentido tiene llevar una cruz sobre
nuestro pecho, si no sabemos cargar con la más pequeña cruz de tantas personas
que sufren junto a nosotros? ¿Qué significan nuestros besos al Crucificado, si
no despiertan en nosotros el cariño, la acogida y el acercamiento a quienes
viven crucificados?
El Crucificado desenmascara como nadie
nuestras mentiras y cobardías. Desde el silencio de la cruz, él es el juez más
firme y manso del aburguesamiento de nuestra fe, de nuestra acomodación al
bienestar y nuestra indiferencia ante los crucificados. Para adorar el misterio
de un «Dios crucificado», no basta celebrar la semana santa; es necesario,
además, acercarnos un poco más a los crucificados, semana tras semana.