Reflexión
inspirada en el evangelio según san Mateo 21, 28-32
“Después se arrepintió y fue.”
Los que hemos nacido en una sociedad
«cristiana» corremos el grave riesgo de no llegar a comprender correctamente el
significado y la verdad de nuestra fe.
Con frecuencia, nuestra visión
particular de la fe, elaborada desde los primeros años de la infancia, no es
sometida nunca a una verdadera revisión y no puede, por tanto, fácilmente ser
purificada de parcialidades y deformaciones quizás inevitables.
De ahí que muchos se sientan
«cristianos» por el mero hecho de afirmar verbalmente un credo o por estar
dispuestos a aceptar un conjunto de fórmulas cuyo sentido y valor tampoco
interesan demasiado.
Más de uno se considera cristiano
solamente porque en el fondo de su conciencia cree poseer la respuesta
verdadera al problema último del más allá.
Pero, entonces, la fe no es un impulso
para vivir prácticamente según la orientación del evangelio. Al contrario,
puede convertirse en algo que alivia al individuo de la pesada tarea de buscar
por sí mismo el verdadero sentido de la vida, y de decidir prácticamente la
orientación de toda su conducta.
Erich Fromm habla de «los felices
propietarios de la fe verdadera» que aceptan su religión como un «seguro de
vida», sin que su fe sea impulso creativo y dinamizador de sus personas.
De ahí la actualidad de la parábola de
Jesús. Lo importante no son, las palabras que pronuncian los dos protagonistas
del relato sino su conducta real. Sólo hace la voluntad del padre el hijo que
de hecho va a trabajar a la viña.
Ser creyente es algo más que recitar
fórmulas de fe o confesar nuestra simpatía por la concepción cristiana de la
vida.
No nos apresuremos a considerarnos
creyentes. La fe no es algo que se posee sino un proceso que se vive. Más
importante que confesarnos cristianos es esforzarse prácticamente por llegar a
serlo.
La parábola de Jesús nos obliga a
revisar nuestro cristianismo. La fe no consiste en pensar sino en recorrer el
camino seguido por el Maestro. Somos creyentes en la medida en que la fe
desencadena en nosotros una nueva manera de vivir siguiendo las huellas
trazadas por él.
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