Reflexión inspirada en el evangelio según san Mateo 11,2-11
“Dichoso el que no se
sienta defraudado por mí.”
No son agnósticos. Menos aún ateos. En
el fondo de su corazón hay fe aunque hoy se encuentre cubierta por capas de
indiferencia, olvido y descuido. Nunca han tomado la decisión de alejarse de
Dios, pero llevan muchos años sin comunicarse con él.
Algunos desearían reavivar su vida,
sentirse de otra manera por dentro, vivir con más luz. Incluso, hay quienes
sienten necesidad de despertar de nuevo su fe. No es fácil. No tienen tiempo
para dedicarse a estas cosas. Nunca tomarán parte en un grupo de búsqueda.
Viven demasiado ocupados.
Hay algo, sin embargo, que todos podemos
hacer ahora mismo, sin pensar en compromisos complicados, y es empezar
sencillamente a comunicarnos con Dios de manera humilde y sincera. No conozco
otro camino más eficaz para reavivar la fe.
No es lo mismo pensar de vez en cuando
en la religión, discutir de Dios con los amigos y plantearse si habrá otra vida
más allá de la muerte, o pararse unos minutos y decir desde dentro: «Creo en
ti, Dios mío, ayúdame a creer».
No es lo mismo vivir agobiado por mil
problemas y preocupaciones, sufrir día a día una enfermedad y seguir caminando
sólo e incomprendido, o saber decir cada noche antes de acostarse: «Dios mío, yo
confío en ti. No me abandones».
No es lo mismo sentirse lleno de
vitalidad, disfrutar de buena salud y vivir satisfecho de los propios logros y
éxitos, o saber alegrarse desde lo más hondo y decir: «Dios mío, te doy gracias
por la vida».
Por otra parte, hay algo que no hemos de
olvidar. Es importante cuestionarse la vida, reflexionar y buscar la verdad,
pero nada acerca más a Dios que el amor. Decirle a Dios con frecuencia y de
corazón «Yo te amo y te busco», nos va dando poco a poco una conciencia nueva
de su Persona y de su presencia cariñosa en nuestra vida.
Se acerca la Navidad. Días de fiesta
entrañable o jornadas de consumismo alocado. No es lo mismo vivirlas como sea o
invocar a Dios desde el fondo de nuestro ser: «Dios mío, necesito que nazcas de
nuevo en mi vida».
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