domingo, 27 de septiembre de 2015
domingo, 20 de septiembre de 2015
DOS ACTITUDES MUY DE JESÚS
Reflexión inspirada en
el Evangelio según san Marcos 9, 30-37
"Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos".
El grupo de Jesús atraviesa Galilea camino de Jerusalén. Lo hacen de manera reservada, sin que nadie se entere. Jesús quiere dedicarse enteramente a instruir a sus discípulos. Es muy importante lo que quiere grabar en sus corazones: su camino no es un camino de gloria, éxito y poder. Es lo contrario: conduce a la crucifixión y al rechazo, aunque terminará en resurrección.
A los discípulos no les entra en la cabeza lo que les dice Jesús. Les da miedo hasta preguntarle. No quieren pensar en la crucifixión. No entra en sus planes ni expectativas. Mientras Jesús les habla de entrega y de cruz, ellos hablan de sus ambiciones: ¿quién será el más importante en el grupo? ¿Quién ocupará el puesto más elevado? ¿Quién recibirá más honores?
Jesús «se sienta». Quiere enseñarles algo que nunca han de olvidar. Llama a los Doce, los que están más estrechamente asociados a su misión y los invita a que se acerquen, pues los ve muy distanciados de él. Para seguir sus pasos y parecerse a él han de aprender dos actitudes fundamentales.
Primera actitud: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y servidor de todos». El discípulo de Jesús ha de renunciar a ambiciones, rangos, honores y vanidades. En su grupo nadie ha de pretender estar sobre los demás. Al contrario, ha de ocupar el último lugar, ponerse al nivel de quienes no tienen poder ni ostentan rango alguno. Y, desde ahí, ser como Jesús: «servidor de todos».
La segunda actitud es tan importante que Jesús la ilustra con un gesto simbólico entrañable. Pone a un niño en medio de los Doce, en el centro del grupo, para que aquellos hombres ambiciosos se olviden de honores y grandezas, y pongan sus ojos en los pequeños, los débiles, los más necesitados de defensa y cuidado.
Luego, lo abraza y les dice: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí». Quien acoge a un "pequeño" está acogiendo al más "grande", a Jesús. Y quien acoge a Jesús está acogiendo al Padre que lo ha enviado.
Una Iglesia que acoge a los pequeños e indefensos está enseñando a acoger a Dios. Una Iglesia que mira hacia los grandes y se asocia con los poderosos de la tierra está pervirtiendo la Buena Noticia de Dios anunciada por Jesús.
domingo, 13 de septiembre de 2015
¿QUÉ DICE LA GENTE?
Reflexión inspirada
en el evangelio según san Marcos 8,27-35
¿Quién dice la gente que soy yo?
Acostumbrados desde niños a su figura,
son muchos los cristianos que no sospechan el eco que la persona de Jesús ha
encontrado a lo largo de los siglos en el corazón de los hombres. A veces se
piensa que ese Jesús del que sólo han oído hablar en la Iglesia, apenas puede
interesar fuera de ella. Hace veinte siglos, Jesús lanzó una pregunta
provocadora: « ¿Quién dice la gente que
soy yo?» Pensadores, poetas y científicos de toda clase han respondido a la
cuestión de formas diferentes. Tiene su interés conocer algunos testimonios.
La filósofa francesa, Simone Weil, expresa así su convicción:
«Antes de ser Cristo, es la verdad. Si nos desviamos de Él para ir hacia la
verdad, no andaremos un gran trecho sin caer en sus brazos.» Mahatma Gandhi vivió impactado por las
Bienaventuranzas de Jesús: «El mensaje de Jesús, tal como yo lo entiendo, está
contenido en el sermón de la montaña. El espíritu de este sermón ejerce sobre
mí casi la misma fascinación que la Bhagavadgita.
Este sermón es el origen de mi afecto por Jesús.»
El científico Albert Einstein valoraba así el mensaje judeocristiano: «Si se
separan del judaísmo los profetas y del cristianismo, tal como lo enseñó
Jesucristo, todas las adiciones posteriores, en especial las del clero, nos
quedaríamos con una doctrina capaz de curar a la humanidad de todos sus males.»
A.
Gide
ha pasado a la historia de la literatura como prototipo del renegado que
rechaza su bautismo cristiano. Sin embargo, en sus escritos se pueden encontrar
oraciones como ésta: «Yo vuelvo a ti, Señor Jesús, como al Dios del cual tú
eres forma viva. Estoy cansado de mentir a mi corazón. Por todas partes te
encuentro cuando creía huir de ti... Sé que no existe nadie más que tú, capaz
de apagar mi corazón exigente.»
Para Hegel,
«Jesucristo ha sido el quicio de la historia». F Mauriac confiesa: «Si no hubiera conocido a Cristo, Dios hubiera
sido para mí una palabra inútil.» Otros, como el poeta argentino agnóstico, J. L. Borges, lo buscan: «No lo veo y
seguiré buscándolo hasta el día último de mis pasos por la tierra.»
En el filósofo Soren Kierkegaard podemos leer esta preciosa oración: «Señor Jesús,
tú no viniste para ser servido, ni tampoco para ser admirado o, simplemente,
adorado. Tú has deseado, solamente, imitadores. Por eso, despiértanos, si
estamos adormecidos en este engaño de querer admirarte o adorarte, en vez de
imitarte y parecernos a ti.»
domingo, 6 de septiembre de 2015
CONTRA LA SORDERA
Reflexión inspirada
en el evangelio según san Marcos 7,31-37
“¡Ábrete!”
La escena es conocida. Le presentan a
Jesús un sordo que, a consecuencia de su sordera, apenas puede hablar. Su vida
es una desgracia. Sólo se oye a sí mismo. No puede escuchar a sus familiares y
vecinos. No puede conversar con sus amigos. Tampoco puede escuchar las
parábolas de Jesús ni entender su mensaje. Vive encerrado en su propia soledad.
Jesús lo toma consigo y se concentra en
esa enfermedad que le impide vivir de manera sana. Introduce los dedos en sus
oídos y trata de vencer esa resistencia que no le deja escuchar a nadie. Con su
saliva humedece aquella lengua paralizada para dar fluidez a su palabra. No es
fácil. El sordomudo no colabora y Jesús hace un último esfuerzo. Respira
profundamente, lanza un fuerte suspiro mirando al cielo en busca de la fuerza
de Dios y, luego, grita al enfermo: «
¡Ábrete!».
Aquel hombre sale de su aislamiento y,
por vez primera, descubre lo que es vivir escuchando a los demás y conversando
abiertamente con todos. La gente queda admirada. Jesús lo hace todo bien, como
el Creador: «hace oír a los sordos y
hablar a los mudos».
No es casual que los evangelios narren
tantas curaciones de ciegos y sordos. Estos relatos son una invitación a
dejarse trabajar por Jesús para abrir bien los ojos y los oídos a su persona y
su palabra. Unos discípulos «sordos» a su mensaje, serán como «tartamudos» al
anunciar el evangelio.
Vivir dentro de la Iglesia con
mentalidad «abierta» o «cerrada» puede ser una cuestión de actitud mental o de
posición práctica, fruto casi siempre de la propia estructura sicológica o de
la formación recibida. Pero cuando se trata de “abrirse” o “cerrarse” al
evangelio, el asunto es de vida o muerte.
Si vivimos sordos al mensaje de Jesús,
si no entendemos su proyecto, ni captamos su amor a los que sufren, nos encerraremos
en nuestros problemas y no escucharemos los de la gente. Pero, entonces, no
sabremos anunciar ninguna noticia buena. Deformaremos el mensaje de Jesús. A
muchos se les hará difícil entender nuestro “evangelio”.
Es urgente que todos escuchemos a Jesús:
¡Ábrete!.
martes, 1 de septiembre de 2015
Cristo de Caguach: importancia de la religiosidad popular
EDITORIAL de La Prensa Austral
Martes 1 de septiembre del 2015
Las principales calles de la población 18 de Septiembre fueron testigos este fin de semana del paso de mujeres, hombres, niños y ancianos que protagonizaron la tradicional procesión del Cristo Nazareno de Caguach.
Se trata de una de las expresiones religiosas más pintorescas y multitudinarias que se realizan en Magallanes. De hecho, el domingo se estima que fueron unas diez mil las personas que desafiaron las inclemencias del tiempo y que dieron vida a esta fiesta.
Su origen, según leyendas, se sitúa en el siglo XVII, cuando se llevó la imagen del Jesús Nazareno para hermanar a los habitantes de las islas de Caguach, Alao, Apiao, Tac, Chaulinec y Meulín que estaban en conflicto.
Así, el Cristo de Caguach resulta ser una de las expresiones de religiosidad popular más tradicionales del Archipiélago de Chiloé y han sido los chilotes que se han trasladado a Magallanes los que trajeron con ellos esta hermosa tradición.
Cuando se habla de la pérdida de confianza de la gente en las jerarquías religiosas, cuando ha avanzado enormemente el laicismo y las corrientes de pensamiento que ponen el acento en las cosas mundanas, no deja de ser sorprendente que una parte de los pobladores de la ciudad se organice y salga a las calles a dar testimonio de su fe.
“Lo que me motiva a participar es la fe”, fue precisamente la respuesta de una de las mujeres que participó en la procesión, refrendando lo antes dicho.
“Vengo hace muchos años con mis hijos motivados por nuestro origen, nuestra tierra Chiloé”, declaró otra señora, dando cuenta que la religiosidad popular tiene, además de las cuestiones religiosas, la virtud de la pertenencia, de rescatar y preservar lo que se siente como propio.
Así, fe y cultura son elementos centrales de la religiosidad popular, dando identidad a diversos pueblos y comunidades de América Latina.
La festividad del Cristo Nazareno de Caguach resulta en estos días admirable y hermosa, en cuanto es un ejercicio alegre y fervoroso de identidad de una parte importante, aunque no siempre apreciada, de nuestros inmigrantes.
LA MAYOR HERENCIA
P. Marcos Buvinić Martinić
En estos días está sucediendo un
acontecimiento que moviliza a miles de personas en toda la Patagonia, tanto
chilena como argentina. Es la celebración de la Novena de Jesús Nazareno, en
preparación a la fiesta y procesión que se realiza cada año el domingo 30 de
agosto.
Quizás, para algunas personas esto no
les diga mucho -o quizás nada-, este acontecimiento que para otros es algo que
marca la vida y es un momento esperado año tras año en Caguach y en todo Chiloé,
en Punta Arenas, en Puerto Natales, en Porvenir, en Puerto Montt, en Coyhaique,
en Río Turbio, en Río Grande y en Río Gallegos.
Lo que sucede es que allí donde han
llegado los migrantes provenientes de Chiloé han sido portadores de la mayor herencia
de su cultura: el cariño profundo y religioso a Jesús Nazareno, como la fuente
y savia vital del pueblo chilote.
De esta manera, los migrantes chilotes y
sus descendientes han sido misioneros de una tradición que constituye su mayor
herencia y el alma de su cultura. Es una tradición se remonta al mismo Señor
Jesús y que es transmitida por los Evangelios, y que se asentó en Chiloé en
1778, cuando llegó la imagen de Jesús Nazareno a Caguach llevada por el
misionero fray Hilario Martínez, haciendo la paz entre cinco pueblos que
estaban seriamente enemistados (Caguach, Alao, Apiao, Tac y Chaulinec).
En el llamado “libro de fábrica” de la
iglesia de Caguach se encuentra el acta firmada en mayo de 1778 por fray
Hilario y los caciques de los cinco pueblos señalados, quienes se comprometen a
convivir en paz y celebrar cada 30 de agosto la fiesta de Jesús Nazareno “hasta el fin de los siglos”, señala
dicha acta.
Así, la unidad histórica del pueblo
chilote y su cultura se constituyen en torno a Jesús Nazareno y su Evangelio.
Se trata del alma de la cultura chilote marcada por la fe y vivida como un
llamado permanente a la unidad en medio de todas las diferencias existentes
entre las personas.
Esta es la mayor herencia del pueblo
chilote y el alma de su cultura, que los esforzados migrantes han sabido
compartir con otros e instalarla en los diversos lugares de la Patagonia donde
llegaron en busca de nuevos horizontes para sus vidas y sus familias.
En Punta Arenas, muchos nos sentimos muy
agradecidos que los migrantes chilotes y sus descendientes han compartido con
nosotros esta herencia, invitándonos a ser un pueblo unido en torno a la
persona del Señor Jesús Nazareno y su Evangelio.
27 de agosto de 2015
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