Reflexión
inspirada en el Evangelio según san Mateo 13, 24-43
Se parece a
un grano de mostaza.
Por lo general, tendemos a buscar a
Dios en lo espectacular y prodigioso, no en lo pequeño e insignificante. Por
eso, les resultaba difícil a los galileos creerle a Jesús cuando decía que Dios
estaba ya actuando en el mundo. ¿Dónde se podía sentir su poder? ¿Dónde estaban
las «señales extraordinarias» de las que hablaban los escritores apocalípticos?
Jesús tuvo que enseñarles a captar
la presencia salvadora de Dios de otra manera. Les descubrió su gran
convicción: la vida es más que lo que se ve. Mientras vamos viviendo de manera
distraída sin captar nada especial, algo misterioso está sucediendo en el
interior de la vida.
Con esa fe vivía Jesús: no podemos
experimentar nada extraordinario, pero Dios está trabajando el mundo. Su fuerza
es irresistible. Se necesita tiempo para ver el resultado final. Se necesita,
sobre todo, fe y paciencia para mirar la vida hasta el fondo e intuir la acción
secreta de Dios.
Tal vez, la parábola que más los
sorprendió fue la de la semilla de mostaza. Es la más pequeña de todas, como la
cabeza de un alfiler, pero con el tiempo se convierte en un hermoso arbusto.
Por abril, todos pueden ver bandadas de jilgueros cobijándose en sus ramas. Así
es el «reino de Dios».
El desconcierto tuvo que ser
general. No hablaban así los profetas. Ezequiel lo comparaba con un «cedro
magnífico», plantado en una «montaña elevada y excelsa» que echaría un ramaje
frondoso y serviría de cobijo a todos los pájaros y aves del cielo. Para Jesús,
la verdadera metáfora de Dios no es el «cedro» que hace pensar en algo
grandioso y poderoso, sino la «mostaza» que sugiere lo pequeño e
insignificante.
Para seguir a Jesús no hay que
soñar en cosas grandes. Es un error que sus seguidores busquen una Iglesia
poderosa y fuerte, que se imponga sobre los demás. El ideal no es el cedro
encumbrado sobre una montaña alta, sino el arbusto de mostaza que crece junto a
los caminos y acoge a los pájaros.
Dios no está en el éxito, el poder
o la superioridad. Para descubrir su presencia salvadora, hemos de estar atentos
a lo pequeño, lo ordinario y cotidiano. La vida no es sólo lo que se ve. Es
mucho más. Así pensaba Jesús.
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