Reflexión inspirada en el evangelio
según san Mateo 14, 13-21
"Denles ustedes de comer.
Un proverbio budista dice que
«cuando el dedo del profeta señala la luna, el estúpido se queda mirando el
dedo». Algo semejante se podría decir quizás de nosotros, cuando nos quedamos
exclusivamente en el carácter portentoso de los milagros de Jesús, sin llegar
hasta el mensaje que encierran.
Porque Jesús no fue un milagrero
dedicado a realizar prodigios propagandísticos. Sus milagros son signos que
abren brecha en este mundo de pecado y apuntan ya hacia una realidad nueva,
meta final del ser humano.
Concretamente, el milagro de la
multiplicación de los panes nos invita a descubrir que el proyecto de Jesús es
alimentar a los hombres y reunirlos en una fraternidad real en la que sepan
compartir «su pan y su pescado» y convivir como hermanos.
Para el cristiano la fraternidad no
es una exigencia junto a otras. Es la única manera de construir entre los
hombres el Reino del Padre. Pero esta fraternidad puede ser mal entendida. Con
demasiada frecuencia la confundimos con «un egoísmo vividor que sabe
comportarse muy decentemente» (K. Rahner).
Pensamos que amamos al prójimo
simplemente porque no le hacemos nada especialmente malo, aunque luego vivamos
con un horizonte mezquino y estrecho, despreocupados de todos, movidos
únicamente por nuestros propios intereses.
La Iglesia en cuanto «sacramento de
fraternidad» está llamada a descubrir incesantemente nuevas formas de crear una
fraternidad más estrecha y viva entre los hombres. Los creyentes hemos de
aprender a vivir con un estilo más fraterno, escuchando las nuevas necesidades
del hombre actual.
La lucha a favor de la paz, la
protección del medio ambiente, la solidaridad con los pueblos hambrientos, el
compartir con los cesantes las consecuencias de la crisis económica, la ayuda a
los drogadictos, la preocupación por los ancianos solos y olvidados.., son
otras tantas exigencias para quien se siente hermano y quiere «multiplicar»
para todos, el pan que necesitamos los hombres para vivir.
El relato del evangelio nos
recuerda que no podemos comer tranquilos nuestro pan y nuestro pescado mientras
junto a nosotros hay hombres amenazados de tantas hambres. Los que vivimos
tranquilos y satisfechos hemos de oír las palabras de Jesús: «denles ustedes de
comer».
Boletín dominical de la Diócesis de Punta Arenas -Chile
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