Reflexión inspirada en el evangelio
según san Mateo 2,13-15.19-23
Coge al niño y a su madre y huye a
Egipto.
Según el relato de Mateo, la
familia de Jesús ha vivido la experiencia trágica de los refugiados, obligados
a huir de su hogar para buscar asilo en un país extraño. Con el nacimiento de
Jesús no ha llegado a su casa la paz. Al contrario, enseguida se han visto
envueltos por toda clase de amenazas, intrigas y penalidades.
Todo comienza cuando saben que
Herodes busca al niño para acabar con él. Como sucede tantas veces, bajo el
aparente bienestar de aquel reinado poderoso, perfectamente organizado, se
esconde no poca violencia y crueldad. La familia de Jesús busca refugio en la
provincia romana de Egipto, fuera del control de Herodes, asilo bien conocido
por quienes huían de su persecución. De noche, de manera precipitada y
angustiosa, comienza su odisea.
Por un momento, parece que podrán
disfrutar de paz pues «han muerto los que atentaban contra el niño». La familia
vuelve a Judea, pero se enteran de que allí reina Arquelao, conocido por su
"crueldad y tiranía", según el historiador Flavio Josefo. De nuevo,
la angustia, la incertidumbre y la huida a Galilea, para esconderse en un
pueblo desconocido de la montaña, llamado Nazaret.
¿Podemos imaginar un relato más
contrario a la escena ingenua e idílica del nacimiento de Jesús naciendo entre
cantos de paz, entonados por coros de ángeles, en medio de una noche
maravillosamente iluminada? ¿Cuál es el mensaje de Mateo al dibujar con trazos
tan sombríos los primeros pasos de Jesús?
Lo primero es no soñar. La paz que
trae el Mesías, la acción salvadora de Dios se abre camino en medio de amenazas
e incertidumbres, lejos del poder y la seguridad. Quienes trabajen por un mundo
mejor con el espíritu de este Mesías, lo harán desde la debilidad de los
amenazados, no desde la seguridad de los poderosos.
Por eso, Mateo no llama a Jesús
"Rey de los judíos" sino "Dios-con-nosotros". Lo hemos de
reconocer compartiendo la suerte de quienes viven en la inseguridad y el miedo,
a merced de los poderosos. Una cosa es clara: sólo habrá paz cuando
desaparezcan los que atentan contra los inocentes. Trabajar por la paz es
luchar contra los abusos e injusticias.
En ese esfuerzo, muchas veces
penoso e incierto, hemos de saber que nuestra vida está sostenida y guiada por
la "Presencia invisible" de Dios al que hemos de buscar en la
oscuridad de la fe. Así busca José, entre pesadillas y miedos nocturnos, luz y
fuerza para defender a Jesús y a su madre. Así se defiende la causa de Jesús.
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